El acontecimiento ha muerto

 

El acontecimiento ha muerto

Los acontecimientos suelen ser fechas que se recuerdan posteriormente debido a una marca, a una ruptura, un antes y un después de que sucediera.

 

Muy común me ha resultado últimamente, que muchos de mis pacientes abandonan su vida anterior de «Godínez», de empleado con horario, para iniciar un proyecto nuevo en su vida, agradezco infinitamente que me lo compartan y sobre todo, cómo médico, como terapeuta… me da una enorme alegría verles tomar este salto al vacío, pero, ¿qué tanto están realmente cambiando o solo entran a un intersticio para continuar haciendo lo que ya estaban haciendo?

Por ejemplo, hay una enorme diferencia entre un turista y un mochilero. El turista por lo general tiene un boleto de ida así cómo de vuelta, un itinerario el cual deberá de cumplir de manera rigurosa si desea poder abarcar todo lo que se propuso conocer y después regresar a su cotidianeidad pues es un espacio que se dio con su respectivo inicio y final. Un intersticio, de hecho preparativo en el que aunque aparentemente anda descansando, realmente solo está maquinando una estrategia, para continuar haciendo lo que ya estaban haciendo. El turista va de un «aquí» a un nuevo «aquí».

El mochilero por otra parte, solo tiene boleto de ida, la única expectativa (si es que tiene alguna expectativa y boleto) es la de retar al nuevo día, después de una buena estirada así como un largo bostezo, con un ¨sorpréndeme¨. No carga boleto de vuelta, no distingue entre un lunes y un domingo, menos aún el horario del día, a no ser por la salida y puesta del sol, su medidor si lo queremos llamar de alguna manera, son sus necesidades básicas cómo la de alimentarse, hidratarse, la contemplación y el descanso. El mochilero va de un «aquí» a un nuevo «allá».

¿Por qué me atrevo a afirmar que el acontecimiento ha muerto? Vivimos en un tiempo vacío, sin lo que conocemos como antes, ni después. Sin compromiso (futuro), sin lealtad (pasado) y sin promesa (futuro), solo quedándonos: El intenso ahora. No tenemos memoria y por lo mismo no hay esperanza. Cuando creemos tenerla es con base a un pasado acumulado en información de data, no en memoria de vida, formativa o de sinapsis, ¿cuál es la diferencia entre información y formación, entre información y memoria?

El conocimiento requiere de tiempo acumulado, de un espacio contemplativo que nos dará lo que conocemos cómo memoria, para ello, el espacio contemplativo es de suma importancia. En el proceso de formación y aprendizaje, también el espacio contemplativo es indispensable antes de echar mano a la práctica.

Por otro lado, la era de la información en que vivimos, no requiere de memoria, la base acumuladora de datos ha sustituido al recuerdo, a la memoria y por ende el espacio contemplativo es innecesario. Ahora la necesidad de producir, gastar, comprar, la prisa y el frenesí nos lo quitaron lo imposibilitaron, solo disponemos de cuantos gigabytes podamos consumir en el intersticio del «tiempo libre» con que creemos contar, para acumular datos que después nos sirvan o nos den una información, vacía de tiempo, sin memoria ni esperanza una vez que nos reintegremos de ese supuesto tiempo fuera. Pero es una información generalmente descontextualizada, que al que la utiliza en una argumentación, no le brinda todos los posibles hipervínculos de aconteceres alrededor o qué justificaron dicha información.

Por eso, sobre todo para el millenial resultará sumamente fácil afirmar cosas cómo: es la peor crisis de todos los tiempos, el mejor gol de la historia, el peor gobierno, la mejor actriz, el invento más trascendental. Su fuente, obvio no es su memoria, pues ni siquiera han vivido más que las últimas dos o tres décadas, pero sus fuentes informativas (la red), así se los hizo saber en una búsqueda rápida (si no es rápida pierde certeza en la velocidad en que vivimos), así que debe ser cierto.

Quizá, no nos queda más que muy al estilo de Camus, aceptar que la vida es absurda y vivir con ello, pero queda un espacio que vengo a proponer/explorar con quienes damos el paso al vacío, ese espacio lo componen la triada de la contemplación, la respiración diafragmática y la meditación, esto entendido cómo un acotamiento en medio de la gangrena imparable y frenética de lo que llamamos tiempo. Nuestros tiempos de la información.

Y así, si no podemos hacer nada contra la vorágine, si ya no depende más que de nosotros de manera aislada, pues la masa se niega a parar para darle su lugar al suceso que pudiera ser un acontecimiento, hagamos al menos cómo nuestro último acontecimiento ese salto al vacío necesario, ese acotamiento imprescindible en la vida del ser humano libre, del verdaderamente libre, entregados a la contemplación, respirando abajo, con la curiosidad de un niño que pega su nariz en los cristales del aparador, con la expectativa de un mochilero que no sabe a donde va, pero va a maravillarse, rescatemos «el intenso ahora», que es lo único que nos queda, entendiendo que junto con el rock y el punk, «el acontecimiento» ha muerto y no esperó a que le guardaran luto.

CarLost

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