Para saber hacer el amor, hay que saber amar y amarse. Pero, para saber coger, hay que saber odiar u odiarse, aunque sea un poquito. Así que si usted estimado lector, no ha odiado (al equipo de enfrente, a la maestra de química, al Profe de mate, al que nos bajó la morra, a la que no valoró cómo nos traía babeando) sin dejar de amar con la misma intensidad, no siga leyendo y no vea Julieta por favor.
Me dan güeva, de aquella muy cabrona, modorra-flácida y desinflada pereza, aquellos de mi generación o las subsecuentes que piensan que debemos estar felices todo el tiempo, ahí sí que nos dan cátedra los beibibúmers, esos batos cuando aman, aman y cuando odian, vaya que odian o se arman sus campechanas copeteadas, con dos bolas y en cono o barquillo papá, pero nada de medianías, cero light, de ahí que sean los que más infartos presentan, no, no son sus pinches hamburguesotas del Carls o de Acoxpa, son el pleyback una y otra vez de «fallaste corazón, piensa en mí, no volveré y si tú vuelves» interpretados por Chavela Vargas. Ahuevo.
Antenoche fui a tu casa
Tres golpes le di al candado
Tú no sirves para amores
Tienes el sueño pesadoAy Sandunga, Sandunga mamá por Dios
Sandunga no seas ingrata, mamá de mi corazónZandunga, Chavela Vargas
A Pedro Almodóvar le gusta jugar con nuestras emociones. Si a Hitler le excitaba hasta el onanismo franco siniestro (también diestro), el imaginarse a tanto judío y gitano pereciendo en sus cámaras de gas, a Almodóvar le erotizan nuestras lágrimas. Méndigo sádico enfermo, que le encanta imaginarnos llorando en la sala de cine, pero le caga que juzgues, a Pedrito le emputa que juzgues, prejuzgues, etiquetes y critiques, así que usa a Julieta para darnos maestría. Lleven cuaderno y bolígrafo nenes.
Nos invita a hacerlo desde el inicio, pero en el día a día se nos dice “pase usted” en innumerables ocasiones. El momento clave es cuando en un vagón de tren a Julieta le toca de compañero, alguien que está urgido de platicar, además con un perfil que al cine le gusta asociar con persona <<de quién cuidarse>>, un tipo en sus 50s, barbado (bien decía el Piporro en el corrido de Agustín Jaime: bigote caido, ceja poblada, patilla larga, no le hagas confianza, es mañoso), peláo que irrumpe, ya que le corta el momento de lectura y parece no importarle, pues insiste una y otra vez.
Almodóvar se encarga de hacer los acercamientos necesarios con su cámara en los detalles que nos han enseñado, Piporro, Televisa y la Mafia del Poder, a prejuzgar en éste individuo, pero también lo hace intencionadamente en la belleza de la ex morra y amiga de Joan, bato que se convertirá en pareja de Julieta, de los rasgos que cualquiera podría identificar como lésbicos de su hija, para abrirnos la puerta a la tremenda lección que viene a darnos con este portento de film.
De nuevo al inicio de la peli, Julieta, deja al compañero de cabina para dirigirse a la cafetería del tren, ahí se detiene casi frente a Joan, pero lo que realmente capta su atención no es quien se convertirá en su pareja, sino un ciervo que nuevamente el director nos detiene en eslow moushion, para que podamos observar la vitalidad en el animal. Julieta sabe que hay un mensaje ahí en ese preciso instante pero no alcanza a descifrarlo. La vida es ahora.
Nuevamente la cámara en cuadro por cuadro, pues el tren frena, no lo suficiente, Julieta cree que es el ciervo a quien se arrolla y se equivoca, es al compañero calvo, de gafas, obsesivo, platicador, sospechoso, pre mañoso y prejuzgado. Julieta sabe que prejuzgó y la culpa la invade. Ahora, además de odiar a quienes no les interesan las etimologías griegas, también se odia además de amarse y eso le permite hacerle el amor, cogerse y juntarse con Joan.
Pero hagamos “rewind”, con el tren frenando, las maletas de los pasajeros cayendo lentamente. Lo demás ¡qué importa! pero hay que verlo… Julieta prejuzga la relación de su pareja Joan con una ex pareja del mismo que él mismo, admite haberse almorzado, merendado, comido y cenado… Almodóvar nos deja sospechando con toda intención, si aún se siguen topando.
Acá, en el tren de lo cotidiano, frenando lentamente, en vidas que se van en segundos… y un para siempre, a veces es un instante. Nunca sabemos si la persona que amamos y tenemos en frente, al momento de decir chau en ese día, será el último instante que le veamos. Por eso Pedro nos invita a valorarlo y utiliza a Julieta y su hija, perfecto ejemplo de lo que hacemos la mayoría.
Al igual que los pasajeros del tren de Julieta, los espectadores, si somos observadores finos, terminaremos abruptamente yéndonos para enfrente con la frenada que se viene, y se nos dejará en el aire si: ¿Joan engañaba a Julieta?, ¿hubiera impedido el suicidio del compañero de tren si ella le seguía la plática?, ¿habría impedido la partida de la hija si…?… aparentemente; no todos tenemos segundas o terceras oportunidades en la vida, pero Julieta la tiene con base en qué, a veces para que el de en frente, la comprensión de nuestro dolor, es el sentir de uno igual o mayor. De ahí que les insista en que si no han odiado, ni amado, si no saben amar y coger, si no se han arrancado el corazón para ponérselo de ofrenda al de en frente, si no han llorado noches enteras por el amor de alguien, amándola y odiándole a la par… no la vean.
En una conferencia, en la feria del libro en Monterrey le preguntaron a German Dehesa, ¿cómo hacía o convertía a alguien no tan listo a alguien más inteligente? todos pensaban que el maestro Dehesa les iba a recitar una retahíla de autores y libros, German contestó sin chistar: <<ámale, enamórale y cuando sea completamente tuyo… rómpele el corazón, verás lo que aprende, madura, crece el ser humano ante el amor y el desamor; es un grado mayor al de inteligencia, es: sabiduría>>.
Hoy amo, pero también odio a la pinche peliculita de Almodóvar, al final, me comprenderán mejor la mayoría de los de mi generación X, Beibibúmers, Esláquers, hasta puéque la generación Z. Millenials y Godinez, favor de abstenerse, esos solo odian los a los lunes y a Enrique Peña Nieto, mientras cazan pokemones.
Dr Carlos Patricio Collado