Primos, primos, la mayoría de ustedes tuvo una madre, yo como me la pasé rolando de casa en casa tuve varias, y esas varias fueron sus madres o sea, mis tías: Rosy, Issa, Martha, Norma, Judith, Dora… con ustedes primos, hube de competir por el cariño de ellas, competir es un decir porque nunca iba a ganar, lo supe siempre, más competir por su aprobación y afecto no me lo podían quitar, además, ni siquiera era un proyecto consciente en la versión infante y púber del Collado.
Por eso nunca antes entendí a Freud y su mal de Edipo, ¿enamórarme de mi madre, teniendo tantas tías?, ¡en la madre!
Y todos los cariños que les dijeron a ustedes, a mí se me dijeron primero, soy el mayor de sus primos, les saco varios años, con excepción del <<ándele por pendejo>> y el <<te quiero, pendejo>> no Jorge Augusto, eso solo te lo ha dicho a ti mi Tía Judith.
Mi madre era la onda, de ella tomé el amor a la poesía, era rebelde, se escapaba trepando bardas y huyendo para fiestas nocturnas de mi Abu y hermanos, era práctica y si se descomponía la licuadora, mientras Carlos mi padre podría decir que se consiguiera otra, ella la reparaba <<chingáos me va a ganar>>.
Inspiraba, como aquella inolvidable ocasión que llegando de la escuela mientras ella limpiaba y yo me desmontaba la mochila, me preguntó ¿cómo me había ido?, yo cansado por los calores regios y de la caminada, me atreví a decir <<más o menos>>, Doña Mary en 2 movimientos, dejó la escoba, me tomó de los hombros firmemente y me dijo viéndome a los ojos: a los mediocres les va más o menos, a los pendejos les va mal, a ti te va muy bien, de nuevo ¿cómo te fue?
Me enseñó medicina, pues aún conservo el drama de ser sometido y violado por un supositorio que se asoció con su mano, que también se asoció con cuchillos calientes para extraerme vidrios de los pies, ni que se me ocurriera traer tortícolis, Doña Mary me tomaba de la cara a la altura de las orejas para tronarme el cuello y acabar con la torcedura, a dejarme de mamadas para ir a la escuela, corretearme con enfermeras en los pasillos del seguro social o de selva costarricense para que me inyectaran o pusieran vacunas. Debió estar cabrón en los setentas u ochentas andar lidiando con un hijo autista. Pero lo hizo.
¡Carlos no veas por la ventana del coche que te vas a vomitar! decía mi padre, y seguía ¿para qué ve por la ventana si ni se fija en las calles?, como Eduardo (mi hermano) que se aprende todos los caminos y ni va tan clavado. Carlos ve a las placas de los coches, hace historias con sus letras, orden y números, ve cosas que los demás no ven. Ponte éste centavo americano en la boca, chupa esta llave, dicen que el zinc quita el reflejo del vomito, de la jefa desperté mi gusto a lo médico.
Aprendí la diferencia entre el hacer <<lo que te da tu chingada gana>> o <<lo que te da la gana>> hoy hago lo segundo.
Me enseñó de psicomágia pues, nunca me dijo que el caldo de mollejas de pollo o tacos de sesos fueran por falta de dinero, sino, para que no nos enfermáramos de la garganta y fuera más inteligente, le dio sentido y unió la psicomágia con la metáfora, como cuando al verme llorar a mis 6 años porque no quería quedarme calvo ni tener barba como papá, me contestó: la barba te la afeitas hijo y ¿alguna vez has visto un burro pelón?
Le agradezco que nunca me compadeciera, nunca permitió el uso del chantaje, me vio talento bipolar, pá tirano y mustio. Desde pequeño amenacé varias veces con irme de casa, ella me retaba de vuelta, con tronido de dedos incluido, me decía <<pues ándele, se está tardando, a ver quién mantiene esa panza aventurera>> o cuando encabronado yo exclamaba que algún día sería presidente de México y todos me la pelarían, Doña Mary viéndome con preocupación pero certeza a la par, me comentaba: hijo, Dios no le da alas a los alacranes.
También en el mundo médico holístico, si ya Doña Bertha (mi Abu) me había mostrado la conexión entre mi oreja izquierda y el testículo derecho (hasta allá dolía el jalón). Doña Mary me enseñó la conexión entre el corazón y el alma, cuando me la acarició y consoló de mi primer corazón fisurado en despertares hormonales.
Y no se confundan, verán, Doña Mary no me enseñó a que si la vida me daba una patada o motivos para estar triste o deprimido yo me mordiera la lengua y forzara una sonrisa, eso lo hacen las mamás que tienen hijos feos. Las emociones son para eso, para sentirlas pues, así que me enseñó a que si la vida me daba motivos para estar triste o acongojado, pusiera a Amanda Miguel, Vicky Carr, Lupita D’Alessio, Antonio Aguilar, Yuri, Emmanuel, Napoleón, Rocio Dúrcal o Rocio Banquells y cantará a todo pulmón mientras fregaba los platos o hacia cualquier actividad (ya ven por qué me las sé) y si me daba una patada la Doña Vida esa, le devolviera 2 o tres, pá que no se anduviera metiendo conmigo.
Cuando muy morro, me di a la labor de escoger equipo de fútbol, en MTY eres tigre o Rayado, al regio no le interesa mucho el resto de la república, le pregunté a Carlos a quien le iba el, me dijo que al Tampico Madero porque era de allá y al Monterrey porque vivía en Regiomonte, no tenía sentido para mí ¿cómo le ibas a ir a dos equipos? al preguntarle a Mary me fue peor, dijo que al Cruz Azul y cuando le cuestioné por qué, me contestó que nomás, nomás porque sí. Más confundido, pero no tenían sentido las cosas a veces en esa casa, eso estaba claro, cuando se peleaban entre ellos era fuerte e intenso, nunca entendí por qué volvían, de niño llegué a sospechar que quizá eran cómplices en algún crimen o asesinato, solo eso explicaría que se siguieran aguantando mutuamente, con el tiempo aprendí que Carlos la adoraba y esas emociones no tienen sentido a veces para el resto. Solo para el que lo vive.
¡En la madre!, comienzo a entender a Freud y su onda Edípica, no lo comprendía en mi, a eso me refería en un inicio, pues dice que el amor a la madre lo lleva a uno a buscar a alguien similar, pero como hacerle si tuve tantas madres, me preguntaba dónde estaría la combinación de la súper héroe vence enfermedades, todo terreno y capaz de tocar el alma como lo es Doña Mary. El buen gusto en decoración, lectura, la empatía, lo Zen y la felicidad intrínseca de mi Tía Norma, lo alivianado pero a la vez firme y con carácter de mi Tía Judith (me persigue esa vaina de que un hombre es de lo más naco si no usa cinturón y a la calle no salgo sin uno), el amor inagotable, la locura con dejos de inocencia, de esa que les hace parecer que flotan entre todos, de mi Tía Rosa María, así como su buen gusto para vestir. El garbo, lo astuta e inagotable de mi Tía Issa. La sonrisa, la conversación en 3D con el más puro realismo mágico de mi Tía y madrina Martha, la belleza exquisita y el buen gusto de todas en una sola mujer ¿cómo localizarlo?… y que me encuentro a Leonor. Que además también es excelente madre. Puto Freud, me ganaste.
Madre, Mary, quizá no lo demuestre como a veces usted quisiera, pero así son mis formas y a ser libre también me enseñó, así son mis maneras, raras como que usted me dijera que le iba al Cruz Azul, en la distancia, y así, así, sin arrepentimientos ni nada de nada.
Y ahora, como cuando llego a casa de tía Rosy y pone <<el andariego>> en la rocola del estudio, diciéndome que es mi canción, veo a la tía Rosy sonriendo, al tío Sergio sentado feliz y mi Abu Bertha reprendiéndome <<¡ella no es tú mamá!>> entonces, le contesto afable que ya lo sé, la volteo a ver ahora a usted jefa y le digo empatando los ojos, que la amo.
Carlos