Apología al amor

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Doña Bertha me diría, «ándele canijo, más pronto cae un hablador que un cojo», si viera que en verdad voy a festejar el día del amor y la amistad.

Si revisan mis publicaciones Feisbuqueras notarán que yo era un férreo disidente de éste tipo de fiestas paridas del marketing. Ahora entiendo aquella frase también muy escuchada en ella: «nadie aprende en cabeza ajena»… yo agregaría, «ni ama en corazón ajeno».

En otra entrega, tuve la oportunidad de compartirles cómo nos han des-enseñado a respirar, así como el «cómo re-aprender» ahora trataré de transmitirles cómo es que nos han des-enseñado a amar.

Para muchos, la competitividad en el ser humano es un valor intrínseco, yo en verdad no sé si llamarle competitividad, me causa un poco de escozor ese término, pero veamos a éste personaje ganador por naturaleza, que ya triunfó en su primer torneo oficial fecundando al óvulo, observémoslo en su entorno.

Rodeados de objetos «muertos» (casa, coche, calles, comida, utensilios y demás cosas inertes) somos parte de una temporalidad, de lo perecedero pero con la aparente oportunidad de trascender en esta experiencia de vida, con la chance de brillar como estrellas, pirotecnia, de brincotear como un pedazo de chorizo en una sartén con aceite herviente…  ¿para qué esperar si venimos de paso? Rodeados de lo que ya pereció, recordadores de que somos perecederos latientes, nos asustamos pues nos recuerdan diario <<pá ónde vamos>>, y buscamos certezas, seguridades en grados académicos, cuentas de banco, seguro de vida, seguro de todo, vacunas, cascos, actas de matrimonio, rodilleras, contratos y perdemos la oportunidad de ser simplemente: auténticos.

En esa pérdida de la autenticidad, no decimos, ¡eres la más sexy, guapa, listo, astuto, hermosa, capaz y apretadito!, ¡la mejor madre, el mejor padre, el más rifado amigo, el más justo jefe! porque comparamos con los parámetros que nos dan los demás perecederos miedosos. Y vamos por el camino o vida, haciendo-aplicando eso a todo, a nuestros hijos, amigos, escuela, padres, familia, país.

Sin darnos cuenta de que precisamente eso, nos impide disfrutar al máximo de ésta perecedera experiencia, de ésta temporalidad de las cosas y quizá de hacer de ese pedazo de chorizo, brincotear de alegría al menos un instante, cobrando vida momentáneamente en la sartén herviente. Hay veces que un momento es un para siempre.

Y es que nos enseñan y repetimos hasta el cansancio que «conscientes estamos»  de que siempre habrá alguien más veloz o lento, grande o pequeño, bello o feo, listo o menos apto. Pero esto es mentira por doble partida, es mentira primero, porque no estamos conscientes del todo, repetir cual merolico no significa que lo creamos, o sea, copipastear una mentira 500 veces no la hace verdad. En su competitividad, el ser humano no entiende el no ser el mejor, más fuerte, más grande, mejor parecido, guapa, audaz, inteligente y etcétera.

En nuestra naturaleza está ser los mejores siempre. Y es mentira por 2ª cuenta porque los parámetros para juzgar quién es el mejor, son hechos por los mismos humanos y modificables según el contexto, con muchísimas variables.

Es posible que no seamos capaces de amar precisamente porque deseamos ser amados, porque queremos que el otro nos dé algo (amor), en lugar de aproximarnos a él sin exigencias y querer sólo su mera presencia.

Milan Kundera

Quizá lo ideal es que nunca se nos hubiera hecho competitivos, pero eso es parte de nuestra naturaleza… entonces, ¿en qué momento surge?

No, no nace de la «competitividad», inicia en las necesidades básicas del ser humano, entre éstas necesidades básicas tenemos de: Autonomía, Celebración, Integridad, Interdependencia, Vitales con el Medio Ambiente, De Juego y Comunión Espiritual. De entre éstas, tenemos que en las de Integridad e interdependencia hay rubros cómo <<autenticidad, valía, sentido, aceptación y apreciación>> en los que el infante en sus primeros 4-7 años, requerirá del apoyo del padre o la madre, familiares y maestros en estos rubros para aprender a primero, saberse el mejor y sin necesidad de merecer para obtener, sino <<ya digno>>. Desgraciadamente, lo que se enseña es lo opuesto.

De tal forma qué, aunque la parte consciente diga que entiende que hay mejores y peores, la inconsciente conectada con nuestro ser superior, que regula muchas de las necesidades, no le bastará con ser la doctora, tía, pareja, el amigo, compañero, hijo, abogado, primo, nieto, sobrino… querrá ser para la contra-parte: el mejor de toda su historia y en todos los rubros. Y en todos los rubros es tolerado, si no lo es. Pero en el de pareja, no.

Ahí la búsqueda se transporta a las necesidades básicas y primitivas, además si se le enseñó que hay que merecer, pensará que tiene que obtener una serie de estudios, maromas, piruetas, papeleo, pergaminos, diplomas y trámites con el fin de  encajar, ser cómo un modelo a seguir si quiere, lo que sea que desee, cuando todo lo que requiere es ser feliz.

Ser como niños de nuevo.

Hay en mi familia una anécdota, Nelson, mi hermano menor, idolatraba a mi padre. Todos a esa edad vemos a nuestro papá o mamá como el más fuerte, guapo, bella, inteligente, astuta, veloz y demás atributos, así debería ser siempre… no hay forma de que nos convenzan de lo contrario. Conforme vamos creciendo y vamos des-aprendiendo a amar, comenzamos a compararlos y juzgarlos con las herramientas que nos da «la masa de perecederos miedosos». Inicia el proceso de pensar que debemos-deben ser <<dignos>> y dejan de ser en nuestra cosmovisión: el más fuerte, guapo, bello, inteligente, astuto, veloz y demás atributos.

Volviendo a Nelson, el no entendía con la inocente mirada de un niño, que en los parámetros de «la masa de perecederos miedosos» la calvicie de mi padre no era precisamente una moda que todos quisieran emular, pero para Nelson sí y acto seguido: se rapó el cabello limpia y exactamente de esa zona, para parecerse a su súper héroe, al más guapo, fuerte, inteligente y capaz en su realidad.

Quizá, volver a atrevernos y entender que los parámetros que nos han dado, no sirven más que para juzgarnos, lastimarnos, alejarnos en lugar de acercarnos y dándole el valor a cada persona con amor y compasión, es que mandemos la señal al Universo, Dios y la Vortex de que no necesitamos nada, pues tenemos a la mejor familia, la madre más fregona, el padre más chido, los hermanos más chingones, los amigos más rifados, los pacientes más interesantes, la novia más hermosa, inteligente, guapa, sexy, trabajadora, interesante, veloz, bella, feliz, femenina, audaz, sagaz, asertiva, compasiva, tierna y mmm… ahí, ahí en ese momento es que al ver que no necesitamos nada, apreciemos mejor todo lo que tenemos, fluyan más rápido las otras necesidades no básicas, las preferencias.

En un mundo en que si bien, somos parte de la temporalidad de las cosas, aspiremos a la *inolvidabilidad, al menos en la mente de los que nos acompañan en este viaje. Y… ¿por qué no? quizá llevemos esa «competitividad» al momento preciso de recibir un «Te amo» y reviremos con un: yo más.

 acá hay teamos, tequieros y teadoros. Y si no me quieres no importa porque yo te amo y si me amas me encanta, pero yo te adoro. Te diré que yo más, tu dirás: ¡yo más!

Y si me explicas te entiendo y si me hablas te escucho y si me sientes ¿qué sientes, con tu mano acá en mi pecho?

Al final y cómo diría Doña Bertha, «si no eres lo máximo en todo para tu compañero de vida, siempre habrá un roto para un descocido, siempre habrá un seis pá un ocho»… y el primero que necesita amarse, sintiéndose el mejor sin que se lo digan, es uno.

Corazon

*Inolvidabilidad: capacidad o habilidad para ser inolvidable, término acuñado por el Doc Carlos y en proceso de aprobarse por la RAE.

El Dr Carlos es: Médico Cirujano, especialista en Medicina Hiperbárica y Subacuática. Tiene algunos diplomados, pero le gusta más cómo se ve su foto en el de Bioenergética, dice que es miembro de Asociación Latinoamericana de Ozonoterapia y le creemos. Se admite domador de Vespas y Bicicletas. Le hemos visto como nunca antes soundsystem. Le hace al escritor de a ratos, si le pichas una caguama es tu asesor nutrimental, dícese abandonado a su suerte, pero reconocido promotor del “te amo”. Para ahorrar desodorante se afeita las axilas y empareja el pubis, nomás porque se ve bonito, es terco como corredor y maratonista, observador y narrador con y sin drogas, amputador de preconceptos en sus ratos libres y amante correspondido de la medicina integral.

Dr. Carlos Patricio Collado Zamarrón

Medicina Integrativa y Funcional

@Carlos_MD

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