Miedos, agradecimientos, admiración e interpretaciones.

En el ejercer como médico hay etapas distintas. Durante lo formativo en el aula y hospital, casi todo es diversión. Al menos para mi lo fue.

Los primeros sinsabores reales no fueron las guardias AB de castigo, de hecho yo ni las conocí. Para mi, de lo más canijo, tuvo que ver con dar la noticia de que alguien había fallecido. Tienes poco que decir que pueda generar consuelo.

Nunca me logré desensibilizar a ello. Se puso más cabrón el asunto, cuando al paso del tiempo eso lo veías también en tu familia, en los que han sido importantes. Partes del cast.

Pero el contrapeso y, de lo que trata la columna de hoy, lo he vivido con los pacientes que luchan contra una enfermedad cuyo desenlace tiene grandes posibilidades de ser fatal. Cuando hablo con ellos, con mucho respeto, hago muy a menudo, ésta interpretación personal de la película «Apocalipto».

No sé si la vieron, a muchos no les gustó. Hay opiniones divididas, los académicos de historia la consideran inexacta y cosas por el estilo. Más, yo no me fijé en la exactitud de los datos, no me perdí con el mensajero, me quedé con el mensaje.

 A mi lo que me atrajo, fue el regalo guardado dentro de la misma. Dedico ésta columna a las guerreras y guerreros que se ponen el cuchillo entre dientes, que salen a pelear contra la «infección del miedo» y  contra sus propios límites. A mi madre entre esos superhéroes. Y les platico un poco de que va, de qué trata:

-Apocalypto.
-Re iniciar sin miedos.
-Interpretación Collado.

Mientras cazaban en la selva, junto con otros miembros de su tribu, Garra de Jaguar y su padre Cielo de Pedernal se encuentran frente a frente con unos refugiados, exiliados que van huyendo de la guerra. Cielo de Pedernal les advierte y pregunta como «jefe de aduana»: ¡este es mi bosque, en el nació mi padre y el padre de mi padre, yo y mi hijo Garra de Jaguar! ¿qué quieres en mi bosque?  El líder de los refugiados explica que sus tierras fueron devastadas y que sólo buscaban un «nuevo comienzo»… dejan un tributo de animales cazados y se les permite el paso. Ya en la aldea, Garra de Jaguar le pregunta a su padre por la expresión que notó en la cara del jefe de los exiliados, el padre le explicó que eso que vio en la cara de esa persona era que estaba contagiado de una enfermedad llamada «miedo» y le advirtió de nunca permitir que el miedo lo infectara, pues de ser así, todo… todo estaría perdido.

*Cabe mencionar que en el lenguaje ancestral de los Mayas no existe una palabra específica que describa al miedo. De ahí, que a manera de anécdota, se comente muy a menudo y en tono de broma entre historiadores, que los Mayas no conocían el miedo.

A la mañana siguente, la aldea de Cielo de Pedernal es atacada por un grupo capitaneado por Lobo-Zero, le prenden fuego a las chozas y asesinan a muchos, incluidos Cielo de Pedernal y al resto de los adultos se les toma prisioneros. La esposa de Garra de Jaguar, llamada Siete y su hijo Carrera de Tortuga, alcanzan a huir y esconderse en una cueva vertical que también sirve de reservorio de agua. Pero se queda atrapada en esa cueva ya que Garra de Jaguar es capturado y llevado como esclavo a marchas forzadas a través de la selva. Se dirigen a una ciudad Maya. Conforme van entrando a esta ciudad, que asemeja muchísimo a Tikal se ve la decadencia de zonas marginales de ese entonces, así como gente infectada con un padecimiento raro. Una de las niñas contagiadas, profetiza la muerte de Lobo Zero y la caída del mundo Maya al paso de los captores con los capturados.

Ya una vez dentro de la ciudad Maya, las mujeres son rápidamente vendidas como esclavas y los hombres enviados a pintarse de azul para ser sacrificados en la punta de las pirámides, ante la presencia del Rey y la Reina Mayas.

Aparece un eclipse «inesperado» en el que se deja entrever, cómo la jerarquía Maya, utilizaba estos y seguramente otros eventos naturales, para control del pueblo.

Debido a la superstición que rodea a eventos como éste eclipse, Garra de Jaguar al igual que el resto de los prisioneros son  salvados de morir decapitados, para en lugar de ello, ser descartados y se les ofrece la libertad si son capaces de huir en un torneo de tiro al blanco, organizado por Lobo Zero y sus hombres. Después de que varios prisioneros son asesinados en este torneo, Garra de Jaguar es severamente herido y en su huída, mata a Piedra que Corta, hijo de Lobo Zero y se interna en la selva.

Ya dentro de la misma selva y mientras corre por su vida, después de ser perseguido ferozmente; es finalmente acorralado.

Ahora, Garra de Jaguar con un precipicio a sus espaldas, en el que desemboca una caída de cascada, se ve sin escapatoria y en ese preciso instante, cae en cuenta de 2 cosas:

-Está siendo invadido e infectado por «el miedo» esa extraña enfermedad que su padre le había advertido.

-Se encuentra en su selva, la misma que recorrió mil veces su vida entera.

Se empodera Garra de Jaguar y al notar los puntos que menciono arriba, ahora él usa la advertencia que su padre lanzó a los exiliados al inicio de la película, pero como una amenaza a sus perseguidores:

¡éste es mi bosque, en el nacieron mi padre y mi abuelo, nací yo, nació mi hijo y nacerán los hijos de mi hijo, éste es mi bosque!

Ya libre de la infección del miedo, Garra de Jaguar comienza a eliminar uno por uno a sus enemigos, yendo a salvar a Siete y Carrera de Tortuga (esposa e hijo).
De ahí ocurren otros eventos pero no les diré el final ni a qué me refiero, prefiero invitarles a verla en la comodidad de su casa. Pirata si quieren.

Utilizo ésta historia con los pacientes que les mencionaba anteriormente, esos héroes que nos muestran caminos, a los que no tenemos que atravesar, por esos senderos que ellos ya cruzarán por nosotros, dejando enseñanzas en mil ejemplos para la evolución, ni siquiera de su genética, familia o país, sino para algo mucho más elevado: la especie humana.

Cuando el paciente reconoce que quien se trata y está librando esa batalla NO es el que actualmente se encuentra a punto de entrar a quirófano, a sala de radioterapia o quimio, esperando solo en ese cuarto de hospital, sino todos sus YO a lo largo de su experiencia de vida. Desde esa primera enfermedad que afrontó cuando niña, cada padecer que superó en la infancia corriendo con sus padres al médico u hospital en la madrugada, el té sanador que le ofreció la abuela en la adolescencia. En cada etapa, en cada edad, contra todo lo que ha superado, el que pelea es acompañado por todos esos YO que ya saben agradecer a quienes le ayudaron, sabe permitir que le ayuden, sabe lo padre que se siente recuperarse y con la misma recuperación, disfrutar el sabor de la nueva sabiduría adquirida, de la fortaleza creada. Cuando reconoce eso, puede voltear a ver a los ojos a ese cáncer o síndrome y decirle libre de miedo: ¡éste es mi cuerpo!…

A quienes luchan, solo les informo que son mis héroes, mis respetos y admiración.

A los que cayeron en el intento, ya les he guardado silencio, les respeto y admiro por igual, me queda claro que fluyeron y escogieron. Siempre escogieron lo que necesitaban, pensando en un bien superior, dejando preguntas que los que nos quedamos, al contestarlas obtendremos un legado de sabiduría.

Y a quienes vencieron, entre ellos Doña Mary, mi madre. Hablar del respeto y admiración sería caer en lo obvio. El sentimiento está ahí, siempre ha estado. Verán, además de eso, la gratitud es infinita, inconmensurable, solo comparable al regalo de vida, pues nos muestran un camino y nos dan atajos, entregan mapas.

Quienes sabemos leerlos e interpretarlos, comprendemos: eso es nacer de vuelta.

Gracias

Carlos Patricio Collado

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