El irresponsable siempre encontrará a quien culpar, a quien delegarle la responsabilidad, la culpa o el «por qué» de sus tragedias.
Hace poco me encontraba echándome un café sentado frente a la fuente de Ámsterdam, en eso llegó un señor en silla de ruedas que era empujado a mi parecer por su hija, lo puso a un lado mío y ambos nos saludamos, volví a mi café así como lectura. Pasaron como 5 minutos y una mujer de aproximadamente mi edad o camada se le acercó, había sido su maestro en la facultad de psicología en la UNAM, pude oír fácil su conversación de ahí que me diera cuenta, al preguntarle ella, qué había pasado con sus piernas él le contestó de inmediato: la pinche diabetes.
Esa era la respuesta obvia, y estoy seguro que la pinche diabetes en el imaginario del ex profesor era la responsable así como culpable de que hubiera perdido ambas piernas, pero la realidad es otra.
En la medicina, constantemente explicamos a modo de broma, que la diabetes se lleva a los pacientes al otro mundo en cómodas mensualidades o pagos chiquitos tipo Elektra o Coppel, pues inician por un dedo, el pie, la pierna, se siguen con la vista, riñones y adiós.
«Llevo demasiado tiempo haciéndome pendejo en eso de hacerme viejo», le contesté hace un par de meses a mi hijo de 17 años después de que me ganó haciendo menos tiempo que yo en un 10k. «Tarde o temprano me cobraría la factura, la edad no es pendeja», le rematé; y lo hice en gran medida tratando de justificarme, la verdad es que no había corrido ni entrenado tan fuerte en los últimos meses, al menos no de la forma que yo conozco para obtener los mejores resultados.
El arte de hacerse pendejo no es fácil, quizá el tema no era hacerme el pendejo en eso de hacerme viejo, sino en eso de entrenar como yo sé que independientemente de obtener resultados, me divierto y entro en una mejor comunión con mi cuerpo. Hacerse el pendejo puede ser un talento innato, heredado pero no descartemos ni por un instante, que sea aprendido.
Nos encanta hacernos los pendejos, en todos los sentidos, ya sea en la connotación mexa que implica hacerte el tonto al cuadrado, como en la argentina que utiliza la palabra pendejo cómo sinónimo de niño. El mismo sistema en que cohabitamos nos invita a jugarle al pendejo, en hacernos los que la Virgen nos habla y regreso al caso del profesor en la fuente Ámsterdam; qué fácil culpar a la diabetes y no contestarle a su ex alumna: descuidé mis hábitos, me enfermé de diabetes y luego continué en ese descuido hasta perder mis piernas, estoy trabajando en responsabilizarme más de mis acciones así cómo hábitos, mientras ya me costó perder mis extremidades. Cómo este individuo no asimila su responsabilidad, el día de mañana será una nueva tragedia (pues no ha aprendido la lección) y así seguirá en una espiral descendente o ciclo vicioso.
Pero siempre será mejor culpar a la pinche diabetes, la maldita hipertensión, los putos hongos, jodidísimas bacterias, mugres parásitos; a los médicos mercenarios que «no le atinaron», o que solo vieron por sus intereses… la lista sigue y cómo les decía, el sistema nos invita: la mafia del poder, el capitalismo, el neoliberalismo, el socialismo. Todos son culpables… ¡yo no lo dije!, solo fue un Meme que compartí pero no es de mi autoría. Pedimos consejos a nuestros amigos, pareja o socios buscando un nuevo asociado en una pendejada por cometer, para así poder decir: tú me dijiste que escogiera esa opción.
Creo firmemente que ahí radica otra de las bellezas de la meditación, con ella la búsqueda de «la otredad» o “alteridad”, entendidas no cómo empatía, sino como la capacidad para ponerte en los pies, carne, hueso, inhalar, exhalar, óptica, cosmovisión, tripas corazón y cuajo del de enfrente, siendo el observador lo observado, ¿dónde queda el espacio para echar culpas? No quedaría más que buscar las respuestas dentro, asumiéndonos responsables, nos empoderamos.
Sin este factor, seguiremos en la consulta diciendo que “fue el primo de un amigo”, que nos lo dijo o nuestro roomie, que escogimos esto o lo otro por nuestros hijos, porque me lo mandó el terapeuta, culpa de mis padres, pareja, sistema, porque «no había de otra» y dejando nuestra posible oportunidad de evolución para luego, ya ni siquiera para esta experiencia de vida.
Quizá, llevar demasiado tiempo haciéndose el pendejo en eso de hacerse viejo, no sea el problema ni sea tan malo; sino llevar demasiado tiempo haciéndonos pendejos en eso de vivir.
Responsabilizarnos (con el empoderamiento que conlleva), es un excelente inicio.
CarLost