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En el año de 1997 todos quedaron atrapados por el sistema, cómo robots, como viles ratones de Hammelin, el proceso había iniciado en Estados Unidos, en Cuba, en salones de baile cumbiamberos, salseros de Colombia, Perú y Venezuela, pero en México el culpable no fue la Sonora Santanera ni el Baile del Perrito, ni siquiera Rigo Tovar o Chico Ché, los culpables eran un grupo llamado “Caballo Dorado” con su castellanización de Achy Breaky Heart originalmente de Billy Ray Cyrus (no rompas más mi pobre corazón) y lo que nos rompieron, fue la madre, con “payaso de rodeo”. No había vuelta atrás en la espiral descendente.
Esperaba el taxi en Avenida Cafetales, al sur de la Ciudad de México, en Coyoacán, tenía que ir al dauntaun, detrás de la catedral al centro botánico a surtir unas tabletas naturistas de alcachofa con cúrcuma que mandaba frecuentemente a los pacientes en procesos détox. En un día cualquiera, ese recorrido lo hubiera hecho rápido en la moto, en la Vespa, pero acababa de dejársela a Paco, su mecánico, que según me dijo era la bobina, que dizque generalmente las bobinas no se cambiaban, se reparaban, por lo que debido a su demanda de trabajo y el soldador de que requería, me dejaría a pata por al menos todo ese día. Paco se podía ir mucho a la verga. Yo ahora necesitaba moverme, debía traer esos suplementos y mi mejor opción por todo lo que cargaría, era el taxi.
Ya llevaba un rato esperando y nada, la semana anterior, los taxistas habían cerrado avenidas del centro exigiendo que retirasen el servicio de Uber pues les comía la clientela, yo en verdad pensaba que eran unos pendejazos, la clientela la perdían por malhechos y huevones, no andaría esperando uno, de no ser porque por un motivo bastante raro, mi banco, Inbursa, había decidido que ahora requería de que cada que yo hiciera un pago, pedirles una clave o NIP, todo por un cambio de tarjeta y cómo no pude actualizar esas claves, ahora debería ir a pedirlas en persona al banco, al puto banco y yo no tenía tiempo, así que seguía esperando al taxi.
Mi espera fue gallarda, no todo era malo, yendo en taxi surtiría más tabletas y evitaba otra vuelta en 15 días. El taxi por fin llegó, afortunadamente el taxista no iba fumando ni traía música, era un sentra de la nissan, el conductor cómo de mi edad, le dije a donde iba y me dio un par de opciones para llegar debido al tráfico, tomé la primera, el aceleró y yo me acomodé bien en el asiento trasero, comencé a revisar correos en el móvil, después pasé a redes sociales, aventé unos cuantos laiks, no iba a comentar nada y luego me metí a Tinder, desplacé a la izquierda, izquierda, derecha, izquierda, izquierda y así, a la izquierda las desechas y a la derecha sabrán que te gustan.
Ya había tenido encuentros con varias morras de esta red social, la verdad, cuando salió la aplicación la di por muerta, no pensé que fuera a sobrevivir, pues había sido creada para ligar, coger, seguir frívolamente por la vida y continuar sin culpas, pero por algún motivo las usuarias mexicanas ponían en un 90% de sus perfiles: “solo busco amistad, si eres de los que desea un encuentro casual, desliza tu dedo a la izquierda” pff, estaba destinada a morir según yo, al menos en México, pero me divertía, el conductor me preguntó que si iba al trabajo, le contesté sin mucha gana y sin voltear, que no, había olvidado mis audífonos en el taller de Paco, eran cómo mi pasaporte para que nadie me molestara, nunca traía música pero en casos como los del taxista, me servía para sordearme, tirarles a león haciéndome el concentrado en la música inexistente y no pelarlos, no tener que contestar a desgana, cómo ahora.
-¿Va chateando con la novia? Insistía en conversar, Pedro se llamaba por cómo vi en la ficha que lo identificaba en la ventanilla, le contesté con desgano que no, pero eso no lo amainó.
-Ah cómo quita tiempo ese feisbuc ¿verdad?
Debía contestarle.
-No estoy en feis, es una aplicación para ligar, te dan un montón de opciones, de morras, pues, y uno escoge, si coinciden se arma la machaca y el encerrón.
-Ah cabrón, pero, con todo respeto, eso está muy canijo ¿no cree usted?
El taxista, Pedro, no lo podía creer, estaba maravillado después de que le conté de algunos de mis encuentros, ahora él quería la aplicación en su móvil, cómo lo vi medio buey y no quería que chocara le pedí su celu, me lo pasó y le bajé la misma. Iba emocionado, me contó un poco de su vida emocional, de cómo le urgía salir con alguien, me inquirió si estaban guapas las chicas, cómo si él no estuviera pál perro y para emocionarlo más le enseñé los últimos “match” o coincidencia que había logrado.
El tráfico se atascó, íbamos sobre Tlalpan y si acaso nos movíamos, era a la velocidad de un trámite ochentero. Aproveché y me pasé al asiento de copiloto, le mostré un poco de la dinámica de la aplicación, de cómo se ponía el “me gusta, no me gusta o el súper me gusta”, me comentó que él no estaba muy seguro ya, de si le convendría la aplicación, después de todo estaba en desacuerdo con Uber y esta era lo mismo, una forma de darle “fast track” al encuentro, que quizá él era más romántico, me pareció que se justificaba previendo que probablemente no tendría tanto éxito, en eso, cuando le di “me gusta” a una que me latió, me dijo, esa no le va a hacer match, cómo usted dice, ¿cómo sabes?, le pregunté.
-Pues por el perfil, dice que sólo busca amistad y que le gustan los hombres serios.
-Si yo soy serio rey, además todas ponen que buscan sólo amistad.
-Imagino, pero en las otras fotos que tiene la chica, no hay compatibilidad de miradas.
-¿Eres psicólogo, criminólogo, semiólogo, brujo o me lo dices al vuelo?
-Psicólogo, nomás que la cosa está dura y no me queda más que la ruletada.
Nunca he sentido mucha empatía por quienes aseguran que no ejercen su profesión debido a falta de oportunidades, en general me ha parcido al menos a quienes he conocido, que no han entendido que las oportunidades se las crean ellos, no vienen de otras partes, me hacen dudar incluso, de su capacidad profesional. No le iba a decir eso a Pedro hoy.
-Claro que le van a poner que solo buscan amistad, eso es un coqueteo velado o ¿qué quería, que le pongan? “me encanta que me metan la verga a la primera cita”, chaaale, coqueteo veeelado mi jovenazo, así le llaman… así son las mujeres, me extraña porque pensaría que esa experiencia le sobra y usted ¿a qué se dedica?
Yo seguía deslizando candidatas a la izquierda mandándolas al averno del nomegusta, hasta que me detuve en una de corte progresista, con rapada del lado izquierdo y mechón rosa en la frente, así cómo algunos tatuajes de acuarela con geometría, extremadamente guapa, se llamaba Claudia, la amplifiqué, vi las 5 fotos que había subido y antes de deslizar a la derecha, le contesté a Pedro, soy médico, cirujano, y puede que tengas razón en lo del coqueteo velado pero, yo tengo la mirada de las 100 mil consultas y ésta me va a hacer match. Deslicé a la derecha.
-Pues no dudo que le haga match mi Doc, pero esa no le conviene, esa se lo va a chingar, ¿no ha escuchado de tráfico de órganos y otras estafas?, bueno, no tengo la certeza de que le quiera quitar un riñón, pero tiene pinta de ser avanzada la morra eh, además usted le ve esas 100 mil miradas a un cierto perfil de pacientes ¿qué, no?, no creo que sea lo mismo.
Guardé el celular pues faltaba ya muy poco para llegar al centro botánico, me preguntó si me tardaría mucho pues podría esperarme y llevarme de vuelta, acordamos que me esperara, no llevaría muchas cosas y entre semana siempre había pocos clientes. Así fue, puse la mercancía en el asiento trasero y me senté nuevamente a su lado, apenas me estaba abrochando el cinturón cuando tuve una notificación, había hecho compatibilidad con Claudia, era colombiana, según esto recientemente radicada en la ciudad de México, 32 años.
-Vamos a otro lugar Pedro, llévame a Coyoacán centro, ya hice match con la traficante de órganos, mi estimado psicotaxi. Le guiñé el ojo a Pedrito y me dispuse a saludar a la Colombiana, a Claudia, no tardó en contestarme, el resto del camino a mi departamento, intercambiamos trivialidades y gustos así cómo a qué nos dedicábamos, ella era según esto empresaria, gerente de una empresa japonesa, nueva en América y se le dificultaba mucho entablar relaciones humanas, por lo que había encontrado en tinder, una oportunidad para des aburrirse y salir más, conocer la Ciudad de México.
Me aventé, le sugerí que nos viéramos en el café “El jarocho” y quedamos que esa misma noche a las 8. Yo tendría suficiente tiempo para llegar, descansar, bañarme y verla en un par de horas. Le comenté a Pedro y me dijo que advertido estaba, me dejó su tarjeta por si requería servicio de taxi y nos despedimos. La tarjeta, me pareció cagada, traía su celular, teléfono de domicilio, correo electrónico y se describía a si mismo cómo “ingeniero en felicidad”.
Echado en la cama, leía un artículo de la revista La Milarca, decía: El 17 de Diciembre DE 1977, los Sex Pistols deberían tocar en el programa Saturday Night Live en NY, debido a un problema con documentos en migración les fue imposible llegar, en su lugar se programó a Elvis Costello, su disquera le pidió que tocará la rola, “less than zero”, en un acto de rebeldía Costello, cuando apenas llevaba unos acordes de la canción que le habían obligado a cantar, se detuvo, volteo con su banda “The Attractions”, les pidió que pararan y después dijo al público en vivo y cadena nacional, esperen damas y caballeros, no encuentro razones para que cantemos esta canción, giró de nuevo con The Attractions y después de dar la orden con un, un, dos, tres, cantó “Radio-radio”, una diatriba contra los medios de comunicación y su cruzada en darnos lo que la cúpula considera que debemos recibir, contra la censura y la homologación del pensamiento. Tenía la canción de Costello en mi playlist, la busqué, la puse y me reacomodé en la cama.
Me puse a ver las fotos y el perfil de Claudia, traté de buscarla en otras redes sociales sin éxito, de tanto ver las imágenes y amplificarlas, no pude evitar masturbarme, pero tuve que interrumpir mi auto estimulación, quería bañarme, afeitarme y llegar lo más presentable a la cita. Iría en la bicicleta, al fin el Jarocho estaba a menos de 5 minutos de pedaleada, el día estaba fresco y difícilmente cogeríamos acorde con mis cálculos, basados en nada. Me llamaron para una consulta telefónica de Don Félix, un paciente geriátrico que había sacado de una crisis metabólica la semana anterior, ya estaba mejor pero la esposa, quería saber si ya era tiempo de manejarle vitaminas o nutrientes para su pronta mejora, le pedí que esperáramos hasta ver su siguiente biometría hemática y química sanguínea en dos días y determinar si ya estaba listo, me dio gusto saber que estaba cada vez mejor. Llegué al Jarocho en la esquina de Avenida México, amarré la bici a un letrero de no estacionarse a unos 5 metros del café, llevaba los audífonos, no me los quité, traía a Wilco en random, y escuchaba “Jesus, Etc.” mientras regaba la vista buscando a la progresista sudaca, no la ubiqué y para no parecer obvio esperador de cita sin clavel en solapa, sino pasar por un simple bato aburrido, me fui a pedir un capuchimocca caliente, los del Jarocho te daban un rush casi tan excelso como una buena soda peruana, de las de a milpa el giga.
Ya estaba recibiendo el capuchi, cuando a mi espalda y pegada a mi oído me dijo algo que no entendí, pero que hizo que girara, la admirara, me retirase los audífonos, -¿No escuchaste verdad? Le moví la cabeza en un claro: no, -Que para cafés los de mi Colombia. Le di la razón, le pregunté si le ordenaba algo y me dijo que bebería del mío, beber es un decir, el capuchimoca estaba hirviendo, me lo regresó abruptamente, me acusó de haberle quemado la lengua, me retiró nuevamente el café de la mano, lo arrojó al cesto de basura que estaba junto a nosotros, empató su cara con la mía, me miró con las pupilas tan dilatadas, llevó su mano a mi nuca y antes de besarme húmeda y profunda me ordenó, ¡ahora me alivias!
Ella pidió el Uber, nos fuimos a mi depa, dejé la bici encadenada junto al Jarocho, la verdad ya no me importaba mucho, nos fuimos lamiendo y chupando todo el camino, poco nos importó el chofer que no nos ofreció agua, quiero pensar que le dio 5 estrellas, ella prendida de mi cuello, de mis labios, yo de su mano, de su palma, su muñeca, hurgaba entre sus piernas, ella su mano en mis bluyins, de repente nos moderábamos, en una interrumpí el frenesí con una disculpa, pensando que me había pasado, ella me preguntó, de qué me disculpaba, se puso a lamerme detrás de la oreja y me susurró un “pilas negrito”, que en las sílabas resaltadas, solo me prendió nuevamente.
Prácticamente aterrizamos en la sala de mi depa, que afortunadamente estaba en la planta baja, ella colgó de un porta sueros que yo usaba cómo perchero, una mochila que hasta ese entonces no había notado, el vestido salió en dos movimientos, al igual que mi playera, desatarle las Martin´s que calzaba, sería una pérdida de tiempo, se quedaron puestas, tampoco acabaron de salir mis tenis, boxers y bluyins, se quedó todo arremangado y atorado entre mis rodillas y tobillos. El futón de la sala fue parte del trío, ella abierta con sus Martin´s de florcitas como labios mayores, meciéndose al ritmo que arremetía, y sí, teníamos ritmo, sobre todo punk, ella simulaba una vulva recibiendo y yo una gran verga no circuncidada pero arremangada casi ya hasta mis tobillos, así duramos lo necesario, lo justo, hasta que entre empellón y empellón me acabé de sacar converse, bluyins, boxers y un calcetín, para sin salirme, con las lenguas anudadas o atoradas en la faringe del otro, tomarla por la cintura con un brazo, cuello y nuca con el otro y trasladarnos a mi pieza, donde ahora ella me dominaba desde arriba, me sometió sin piedad, hasta que así sin mucho que avisar, llevó las manos a su cadera, levantó ligeramente una de sus piernas y sacó mi verga apuntó su vulva hacia mi cara para soltar un escuirt que si bien no llegó hasta ni boca, sí me empapó pecho, abdomen, testículos, culo, muslos y sábanas. Ella seguía jadeando. Cada que contraía la pelvis soltaba otro borbotón transparente, hasta que borbotones fueron chorros, se convirtieron en chisguetes y ya en goteos cansados, sonrisa chuca, extasiada, cómo una pluma se aparcó junto a mi desnudez sin importarnos lo mojado del todo.
Nos quedamos dormidos, el edredón estaba completamente seco y eso evitó que fuera incómodo, fue tan profundo mi sueño que recuerdo haber soñado con una mezcla de todo lo acontecido en el día, en la ensoñación, yo despertaba en un motel barato, me dolía el costado derecho de manera punzante, al verme en el espejo tenía una cicatriz, ¡me habían robado un riñón!, salía desnudo a la calle (recordemos que es un sueño) y veía a Claudia montada en el psicotaxi de Pedro, en la parte de atrás, con la puerta abierta, desnuda, en posición de parto, aventándome chorros de café atravez de su vagina depilada, mientras Pedro al volante, me gritaba que yo era un pendejazo y se marchaban en su cafetalero tanque de guerra sexosa, rechinando llantas quedándome yo empapado de café, afuera del Bola de Oro, en plena avenida Baja California, en el mero cruce que hace con avenida Nuevo León y Benjamín Franklin.
Claudia me despertó con un beso, despeinada se veía aún más hermosa, el piercing que portaba en la nariz, parecía brillar aún más, me pregunté por qué tenía un diamante si juraba que era un rubí antes, dijo que quería mostrarme algo y regresó a la sala por su mochila, yo aproveché para retirar las sábanas mojadas, sacar un cobertor del clóset para suplirlas y cubrirme con el edredón cómplice. Ella regresó con mi playera puesta, descalza, quien sabe cuándo se retiró las botas, traía su lap top abierta y ahora unas gafas para leer, cómo recordé verla en dos de sus fotos de perfil.
Me preguntó si había escuchado antes de los productos HealthySann, le contesté de forma negativa. Comenzó a decirme que todo lo que había ocurrido entre nosotros parecía tan rápido, que ella jamás había hecho eso en su vida y me acusó de seductor, que tenía verbo, que se apenaba por ella, pero que por lo mismo, pensaba que no había casualidades y ahora sentía la necesidad de compartirme el secreto, de lo que le había dado una vida tan holgada, llena de viajes a Europa, a su natal Colombia, Asia y desde luego Estados Unidos, todo esto siendo ella de un origen humilde, de Bucaramanga Colombia y ahora con fluidez económica, un depa en la colonia Condesa, a donde esperaba recibirme pronto, luego volvió al secreto, éste producto japonés mejoraba la función de los riñones, quitaba la diabetes, me enseñó de cómo tenía cobertura mundial, respaldo de al menos dos premios Nobel en bioquímica y patrocinaba al equipo de atletismo de EEUU. Me aseguró que no era un sistema piramidal, sino que más bien todos eran empresarios, dueños de un porcentaje de acción de la empresa, que incluso nos daban un güebsait, correo personalizado, tarjetas, salón de juntas y de conferencias a nuestra disposición en el world trade center. A continuación, todo lo que vi, fue su presentación atiborrada de fotos de Claudia, nadando con tortugas en Akumal, Claudia montada en un camello con las pirámides de Giza de fondo, Claudia en la muralla China, en donde antes estuvo el muro de Berlín, Claudia en la plaza roja, en un yate, con un montón de mochileros en San Cristóbal, Claudia en una sala de juntas vestida de traje sastre dando una presentación. Claudia queriendo verme la cara de pendejo. La veía y cómo en la serie de Peanuts, cuándo Charlie Brown iba a clase y en lugar de escuchar a la maestra, solo escuchaba “gua-gua-gua-gua-gua-wá-gua-guá”, así yo. No recuerdo cuantas veces me repitió que no era un sistema piramidal, que a ella no le importaba agregarme a su red, que el producto se vendía solo, que Robert Kiyosaki estaba sobrevalorado, que había cometido errores pero HealthySann los había detectado y con ello encontrado la fórmula, para el verdadero flujo económico, la libertad financiera, el alfa y omega en la multiplicación de Benjamin Franklin. Ahora tenía claro que Claudia usaba a Tinder para conseguir integrantes para su pirámide, el escuirt estuvo pocamadre, ella seguía estando hermosa, yo me la deseaba seguir tirando, pero obvio que cuando pagara mi membresía, la pasión se pasaría al siguiente miembro y en los asuntos del encame yo no era tan compartido, me quedaba claro que esto jamás sería una relación, que si yo le decía que no estaba interesado, ese sería debut y despedida, pero yo quería más lluvia, lamidas, mordidas y demás.
Ciento cincuenta mil pesos costaba la membresía diamante, 100 mil la rubí, 50 mil la dorada y para los miserables que no querían subir tan rápido los escalones del éxito había una de 5 mil pesos, en la que también eras empresario, pero solo te daban muestras de producto para que pudieras captar clientes. No pude evitar recordar que curiosamente me iban a pagar la tanda con los de Club de Motos Vespa en la que dábamos tres mil pesos cada semana para que según nos tocará, se nos entregaban 150 mil pesos, yo sabía que me la darían en 15 días porque me había tocado el último número, y para la conclusión de la famosa “tanda malportada” faltaban esas dos semanas, a la mayoría quizá les sea sencillo mentir, yo no sé mentir sin ligar un poco mis mentiras a la realidad viviente, por lo que cuando Claudia me preguntó si estaba listo para pasar de mi pequeño consultorio al gran hospital multidisciplinario, del departamento rentado en Coyoacán a la casa en Lomas, de la Vespa a las Vespas, y en Italia, le dije: sí, pero ahorita solo podría pagarte la membresía dorada (mentira, mi cuenta en Inbursa no subía más de 5 mil pesos y faltaba que Telcel me metiera el pito con el recibo que se me vencía en dos días), pero que en 15 días me entraba un dinero que me debía un amigo y mejor iba por la membresía diamante, eso debió de haber excitado tanto a Claudia que cuando apenas iba en diaman… me cayó la boca con un beso, que luego transportó a mi cuello, pezones, costillar, ombligo, pubis, verga, huevos, verga que sólo soltó una ocasión, para viéndome fijamente, pedirme que por favor la alimentara con mi leche. Se lamió la mano derecha como las gatitas cuándo se acicalan.
Claudia se fue esa madrugada, pidió un Uber y me dejó tan relajado que se me olvidó pasar por la Vespa, al taller de Paco. Busqué en mis pantalones la tarjeta del psicotaxi, ya no alcanzaba a pasar por la moto y luego al consultorio, por lo que vería la calidad y prontitud de Pedrito, ni siquiera me bañé, me puse ropa quirúrgica que esa siempre saca de broncas y Pedro llegó de volada, en el camino le conté de cómo había hecho pedazos su teoría, él ya había quitado la aplicación, me contó de que definitivamente si él ligaba por esa vía, sería cómo justificar la existencia de Über y que se sentiría incongruente, que se quedaba con la forma antigua, aunque siguiera sin mojar brocha.
Pedro me dejó en el consultorio, ahora yo le dejé mi tarjeta de presentación. Me pidió que le avisara si alguien quería en adopción un Fox Terrier pelo de alambre, pues según esto lo había encontrado en la calle, no tendría más que a lo mucho 6 meses y él no se sentía capaz de cuidarlo, le dije que revisaría eso en mi universo de amigos y pacientes, me preguntó que de ser über con cuantas estrellas lo hubiera evaluado, le contesté que con 4 pues no me había ofrecido ni una triste botellita de agua, se tiró una carcajada, le cerré la puerta y se fue. Mi día transcurrió sin más, entre paciente y paciente me la pasé chateando por whats con Claudia, me mandó varias presentaciones de HealthyMierda, videos que probaban la certeza de su línea de productos, videos de testimonios de nuevos ricos, memes de frases motivacionales y desde luego que mucho de sexting.
Tenía una lucha interna, moría de ganas de verla de nuevo, pero estaba consciente de la temporalidad, de la caducidad de la relación. Yo no iba a inscribirme ni en la más barata membresía de su red no piramidal, seguramente era un puto trapecio u pentágono. Pasé por la Vespa, ya había quedado y Paco me recordó que en menos de dos semanas, pues faltaba lo de esta y la otra, recibiría la “tanda malportada”, que había una Vespa cuasi nueva en 130 y que me la apartaba si quería, le escuché pero no consideré, estaba más pensando en la Colombiana, le platiqué a Paco de lo ocurrido y se cagó de la risa cuando le conté lo de que se había lamido la mano cómo un gato, pidiéndome mi semen, después de reírse me preguntó si cuando me hablaba yo sentía que agudizaba la voz, le contesté de manera afirmativa, y le aclaré que todas las morras lo hacen en forma de cariñitos, Paco se puso serio y me dijo: me extraña Doc, si ya tienes callo cabrón, recuerda, cuando los gatos van a chingarse un ratón ¿qué no le maúllan agudito y bonito? Paco tenía razón, pero yo no iba a caer en la trampa, no pagaría y de eso estaba seguro, por ninguna de las membresías, me seguiría acostando con ella y después me inventaría algo para desaparecer, además, no había ni un indicio de que algo podría salir mal, creía en las cábalas, esa noche regresando a mi depa, me tocaron todos los semáforos de división del norte y Cuauhtémoc en verde.
Acordé con Clau, ahora era Clau, que nos veríamos el sábado en su departamento, los días me parecieron eternos, yo deseaba más de lo recibido en la primera cita. Ese sábado recuerdo que me mandó la ubicación desde temprano, yo tenía todo calculado, acabaría a las 2 la consulta, de ahí pasaría a la cineteca nacional a comprar unas películas para tener algo que hacer entre brinco y brinco, unas frescas de chocolate para jugar al que no adivine el color, se quita una prenda y condones rojos, me gustaba que se me viera el pito rojo, cómo a los perros cuando montan.
Vivía en la calle Michoacán, en el mero corazón de la Condesa, su depa era de dos pisos, impresionante, no solo por la ubicación y tamaño, sino por su exquisito gusto en decoración, me sentí intimidado en un principio, pero ella se encargó de romper el hielo, en todo el fin de semana que estuvimos juntos, no mencionó en una sola ocasión a HealthySann. Me platicó de su familia en Bucaramanga, de cómo su padre los había metido en problemas por andar traficando, que al final lo mataron, ella era muy pequeña y no lo recuerda mucho, pero a su familia le quitaron todo a cambio de no matarlos, de cómo tuvieron que migrar a buscar oportunidades en España y un hermano al fútbol argentino que con lo que ganaba les mandaba cada mes. Cocinó para ambos, y lo hacía muy bien. Probé el mejor sancocho de mi vida, traía café de adeveras y bebí tanto que me costó dormir ambas noches, no importó, no había tiempo para dormir, era hacer el amor y conversar, tampoco recuerdo que tuviéramos sexo cómo en la primera ocasión, todas las nuevas eran más delicadas, tiernas, en las que abundaban las palabras de elogio y gusto mutuo, en el mismo trueque, yo también le compartí de mi vida.
Salí de su departamento un lunes por la mañana, antes de partir, borré la aplicación de Tinder, justo cuando arrancaba, entre suspiros y recuerdos de nuestro primer encuentro, recordé que había dejado la bici encadenada cerca del Jarocho, pasé en la Vespa para ver cómo seguía, más, ya no estaba ni la cadena, hasta eso se habían robado, para colmo y después de cargar gasolina, nuevamente batalló para prender, por lo que ese mismo lunes después de ver todo el día pacientela de rutina, así cómo la estabilización de Oscar, un paciente que había sufrido fractura de pene y tenía con sonda uretral, me dirigí al taller de Paco y ahora la cosa estaba peor, la Vespa ya no daba, necesitaba la bobina nueva, generalmente se reparaba, pero si no quería quedarme tirado, iba a ser necesario pedir una de marca Ducatti, que era la más específica para mi motor, eso implicaba quedarme nuevamente a pie por el resto de la semana y peor, ahora sin bicicleta.
Yo tenía el teléfono de Pedro el psicotaxi, le llamé, me recogió y en el camino me preguntó si era verdad que los médicos nos metíamos de todo con la facilidad de la receta y que si la profesión nos daba ventajas para ligar con las pacientes, le dije que al menos yo no, que quién creyera que en una receta se conseguían mejores drogas que en la calle, seguramente había visto demasiado Dr. House y que el chiste de meterse algo, radicaba en el encanto de lo ilícito, de lo segundo, le dije que era agandallar, además de que era un fenómeno llamado: transferencia, la paciente no estaba enamorada, aunque así lo creyera, estaba agradecida y sería muy pasado de verga aprovecharse de esa confusión, me preguntó por la Clau y le conté de lo bien que íbamos, no le quise compartir detalles de la red de mercadeo en que me pretendía meter, confundió la nacionalidad de Clau, pensó que le había dicho que era venezolana, le especifiqué que no, que era colombiana y dijo que menos mal, pues leyó de una banda venezolana, que usando credenciales de elector falsa, se daban de alta en redes sociales, sacaban créditos y que ya habían agarrado a varios, me aventó el Gráfico para que viera la noticia, se lo regresé al asiento de copiloto, le conté de cómo Flaubert, ya en el siglo XVIII hablaba de los periódicos, cómo una forma de homologar la estupidez por todo París, luego, lo que leí de Costello en la Milarca, en que denunciaba a la radio, le dije:
-¿Te das cuenta? Del periódico a la radio, de la radio a la TV, de la TV a los pasitos de moda cómo, payaso de rodeo o no rompas más mi pobre corazón ¿qué sigue?, por eso mejor no leo periódicos mi Pedro.
-¿Qué sigue?, las redes sociales mi estimado Doc, por eso ya borré hasta el feis, pero ahí anda usted cogiéndose extranjeras, cómo si acá no sobrara carne nacional, más, le respeto que al menos no usa über, tan pendejo no es, mi galeno.
No le dije a Pedrito que quizá sería la última vez que lo vería, al día siguiente, iría temprano a Inbursa a actualizar mis datos, bajaría über, PayPal y lo necesario para hacerme la vida más fácil, además, debía verificar mi número de cuenta y CLABE de transferencias, pues el jueves, ese jueves recibiría lo de la tanda malportada.
Invertí, toda la mañana del martes en el banco, me dieron plástico nuevo, llevaba los datos que requería y además ese mismo día bajé la aplicación de über, para que me llevaran al consultorio y a mi depa.
El miércoles me vi de nuevo con Clau, cenamos y cogimos cuasi sin parar hasta entrada la madrugada, noté una fascinación por el olor de sus axilas. Volvió a tocar el tema de la red de mercadeo, me dijo que había promoción y que le habían bajado el 10% a todas las membrecías, pero solo hasta ese viernes, que si en verdad deseaba unirme no había mejor momento, que ya se cumplían dos semanas, si acaso yo sabía si me pagarían. El peor momento en que te pueden tomar con preguntas a botepronto, es cuando acabas de eyacular, es cómo si te dieran jugo de la verdad, me anduve con cuidado, para cortar con el tema le dije que al día siguiente tendría respuesta, yo, yo lo que deseaba era dormir. A ella no se le olvidó.
Ese jueves en la noche nos juntamos en el Pata Negra, cómo cada jueves en la noche, el presidente del club de Vespas, Gerardo Rinconcillo fue notificado por el presidente en serio, Enrique Mújica que ya me habían hecho la transferencia a mi cuenta, me dieron el comprobante, aplaudimos cómo cada semana y brindamos con un mezcal de la casa a pico de botella, patrocinada por el recibidor de la tanda, o sea: yo. La guarapeta fue épica. Constantemente me textee con Clau, intentó seducirme pero yo me sabía lo bastante borracho cómo para caer en su departamento, lo poco que dormí fue en mi pieza pues a la mañana siguiente tenía agenda llena, de la cual, lo más rescatable fue la acelerada recuperación de Oscar el pacientito con el pene fracturado, ya orinaba mucho mejor y seguramente si controlaba sus calenturas podría volver a su vida sexual en unas cuatro semanas.
El día ocupado, me había servido para meditar las cosas un poco, le pagaría la membresía a Claudia, pero sería la más barata, la de 5000 que con la rebaja se iría a 4,500 pesos. Total, con lo que me diera de producto lo desquitaba. Le diría que el deudor no me pudo pagar y que me salieron compromisos, de esa forma me la quitaba de encima con el tema, si quería que siguiéramos cogiendo, sería mi gran logro.
Salí del consultorio, pedí un über, estaba a dos cuadras de mí, ya solo esperaba que mi Vespa estuviera la semana entrante, extrañaba meterme entre coches, nadar con tiburones, llegar antes que todos, aparcarme dónde se me hinchara.
Me recogió un jetta negro, el chofer era mucho más joven que yo, se llamaba Alfonso, me ofreció un agua, se la tomé junto con un cargador, que mi móvil moría, apenas lo conecté y me entró mensaje de Claudia, estaba afuera de mi depa, nos llevaba cena, película y quería saber cuánto más tardaba en llegar. Cuando llegué, además me tenía un regalo, un juego de ropa quirúrgica con motivos de perritos de todas las razas, era verde con azul, no me vi usándolo, ni que fuera veterinario. Pero, traté de disimular.
Antes de darme un baño para sacarme mugres y olores de toda una jornada laboral, me preguntó, si alguna vez había sentido mi «Punto H», le dije que no sabía que era, se chupó el dedo índice y me comentó, que esa noche ambos lo íbamos a encontrar. Recuerdo que me vio con la misma mirada que un jaguar a un cocodrilo, antes de echárselo, en un programa clásico de NatGeo.
Si las otras noches habían parecido inigualables, esta las había superado a todas. Eso sí, sentía cómo si trajera algo atorado en el culo y no era mierda, no podía bien verme al espejo, pero sabía que lo lograría. Nunca había eyaculado tanto y tan fuerte que yo recordara. Pero todo tiene precio. No le cayó nada bien, que yo no deseara pagar la membresía diamante, sacó un talonario para darme un recibo y me pidió mi tarjeta, para apuntar el número, para que me depositaran el porcentaje, de lo que yo vendiera de producto, le pagué los 4,500.00 pesos en efectivo, vi cómo apuntó los números de mi tarjeta. Me besó, extendió su mano, las chocamos y me llamó socio, acompañado de levantamiento de ceja izquierda y un “pilas negrito”.
Ya era sábado en la mañana, nos vestimos juntos y ella llamó al über de su teléfono, me dejaría a mi primero en la oficina y luego a ella en su departamento, en la despedida, no la sentí tan cálida cómo otras veces. Llegué para darme cuenta que todas las tabletas de alcachofa, para limpiar el hígado, estaban agotadas, pero no importaba, eso era señal de que me estaba yendo bien, creía en las señales y ahora me iba bien en todo.
El día acabó y me sorprendió no haber recibido ni un mensaje de Clau, eso estaba bien, la verdad necesitaba descansar, Paco me habló para decirme que la Vespa estaba lista, pasaría por ella y luego a mi departamento a dormir el resto del sábado.
Abrí über en mi aplicación, pero al momento de poner de donde a donde, en el estimado decía que mi cuenta presentaba saldo insuficiente, no podía ser, lo intenté un par de veces más y me dijo lo mismo pidiéndome que intentara con otra tarjeta, la desesperación comenzó a exprimir sudor en mis recovecos mientras corría hacía el cajero más cercano, temía lo peor, cuando llegué, vi que mi cuenta estaba en ceros, mi primera, mi única sospechosa era Claudia, ya no era Clau. Yo traía efectivo, paré al primer taxi que me encontré, no recuerdo si era un fiesta o un chevi, el chofer traía a “para amar” de Los Prisioneros a todo volumen, le indiqué a donde quería que me llevara, o sea, a casa de Claudia, que por favor quitara la música pues debía hacer una llamada, le valió madres y solo le bajó a la mitad, viéndome como intruso. Marqué al celu de Claudia una y otra vez, pero me mandaba a buzón.
«Para amar, para amar
Debes tratar de poco entregar
Para amar, para amar
Tu identidad debes falsear
Para amar, para amar
Siendo estúpido serás feliz
Para amar, para amar
Debes evitar soñar, debes olvidar soñar… «
Cuando llegué a su departamento, timbré desesperadamente hasta que se abrió la puerta, el número era el mismo, la puerta que se abría era la misma, la calle igual así como la decoración que vi dentro, menos quién se me mostraba en frente, un tipo en sus cincuentas, calvo y mirándome cómo si en mi siguiente acto fuese a llamar a la policía, le pregunté por Claudia y me dijo que no sabía a quién me refería, le expliqué de la chica que conocí y de cómo había pasado ahí varias noches con ella, se la describí así cómo detalles del interior del departamento, me confirmó que mi descripción de su domicilio era exacta, pero que ahí no vivía ninguna Claudia, que mi descripción de esa chica coincidía un poco con la de Pauli, una venezolana a quien le dio hospedaje por medio de Air B and B, solo que esa Pauli no tenía piercing nasal ni el cabello rapado de un lado, que era castaño, buscó el perfil en su celular y Pauli era Claudia solo que con otro corte, con otra identidad.
Busqué en mi celular a Pedro, aparecía cómo psicotaxi, tardó en llegar o al menos se me hizo eterno, cuando me subí a su puteado sentra, traía a todo volumen “No sabemos amar”, de El Gran Silencio, me saludó, comenzó a bajarle al volumen y me preguntó: ¿viene de con la venezolana o colombiana, o qué era? Le pedí que le subiera al estéreo por favor, nos fuimos por todo avenida Baja California.
CarLost
Parado en el concreto de la ciudad,
veloces carros miro pasar,
corazones prisioneros, no tengo a quien amar,
No tengo a quien amar,
El sol es muy caliente
y a la vez hay humedad,
los relojes son ferozes
y no existe marcha atrás,
corazones prisioneros, no tengo a quien amar,
No tengo a quien amar,
Y el dinero nos abarca y no nos deja de apretar,
y el dinero nos ahoga y no nos quiere soltar,
y el dinero nos abarca y no nos deja de apretar,
y el dinero nos ahoga y no nos quiere soltar,
Cumbia!!
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Interesante ….y muy triste a la vez por lo qué pasó
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Triste final de alguna manera el psicotaxi tenia por una parte razon, te gano la calentura 😦
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