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Güiplash
Estos son días del 2015, ahora todos, todos son la banda y la banda cree en la certeza de lo que ha leído en un tweet (memes o notas cortas) y si leo con detenimiento, la mayoría de estas publicaciones tienen a un bueno lidiando con un malo, personalmente estoy hasta la madre de eso. Hoy no apostaba más que a salir a comprar algo para prepararme la cena. Las certezas de los tweets que he leído, mi ventana al mundo, no me invitaban a más.
Estos son días del 2015, acá todo mundo da por sentado lo que les dictan sus gurús preestablecidos en el aula, o en hipervínculos de cualesquier procedencia, me seguían dando vueltas en la cabeza éstas y otras ideas del año corriente cayendo en cuenta de los 20 ciclos recorridos recientemente, ¿que había pasado desde el 95?, el 95 era importante, en ese año tuve mi primer coche, del 2005 no recordaba nada relevante, excepto que… no, nada, los brownies con mois del desayuno no habían sido buena idea.
El munchies reinaba en mí. Cómo habíamos cambiado; mientras, yo no planeaba más que pasar antes al váter y depositar una muestra de mi más clara orina cayendo en el centro del retrete en cámara lenta, en cámara fántom, tres sacudidas y una secada en la punta, esto último, desde aquel día en que mi ex, me preguntó si eso era lo único que hacíamos los varones después de una meada. No recuerdo qué le contesté.
Caminar a la tienda más cercana de mi barrio, que a su vez, apuesto, es el más surreal del DF, con la firme idea de encontrar los jitomates y aguacates más frescos, que complementen a esas espinacas qué, se pasaron dos días, pero que aún aguantan. Aún llenan. Aún cumplen. Deambulo de vuelta entre cráteres, grafitis, y niños ya en su 3ª, 4ª y 5ª temporada de mendiguéz. Pienso Podía haberme quedado en mi jodida pieza, con mi jodidísima depresión, acompañado de mí puteado pasado, mí disparatado futuro y mí improvisada, caduca pero muy vegana cena, más, creo en las señales y tuve una llamada.
Del otro lado del teléfono estaba Claudia y la voz de Claudia sonaba a través de la bocina. Chocó, chocó en la glorieta, en una rotonda dice ella, raspándole de lo lindo a su acento pocho-norteño. Le dijeron en la sala de urgencias que solo tenía un güiplash. Claudia es de esas pacientes recomendadas que no conozco, que me consulta muy a menudo por teléfono, pero que puntualito me deposita a la mañana siguiente y en dólares. Pero en esta ocasión, estoy distraído, no escucho del todo su mezcla de idiomas, acento, solo que por algún motivo, le encanta la palabra whiplash o no conoce exactamente su traducción al español, pues la repetía sin parar: bla, bla, bla, güiplash, bla, bla, whiplash, bla, bla, bla, güiplash, ¿eso es peligroso Doc? Me preguntó y así, junto con la palabreja, lo pude reconocer un par de veces más. Estaba preocupada. Alarmada. El tono en que me lo decía, hacía parecer que había interpretado o entendido que eso era una especie de enfermedad incurable o que pondría en riesgo su vida. Le dije que no era gran cosa, que afortunadamente no había pasado a mayores y que las indicaciones de mis colegas gringos, en el Mc Allen Medical Center, habían sido las adecuadas, que siguiera usando el collarín, que me mandara las fotos de las radiografías por whatsapp y que le contestaba con mi impresión.
Colgué la llamada con la yema del pulgar, regué la vista en los 25 a 30 metros cuadrados, que componen la mayoría del espacio vital en el departamento, whiplash, whiplash, ah la película esta que daba la pinta de al menos ser palomera… ¡ya estaba! me iría a la cineteca a ver la película Whiplash, por algo había repetido tantas veces Claudia esa maldito diagnóstico, ¿cómo decía mi amigo Meza, referente a que cómo me creía poeta, todo lo llevaba a la metáfora o a las pistas, claves o avisos? No recordaba bien cómo me lo decía, ahora solo faltaba ver si alcanzaba horario, hice un par de deslices en mi touchpad, la siguiente era a las 9:30, faltaba una hora. Mejor, imposible. Me re introduje en el baño a lavarme los dientes, pero con cepillo en mano y un par de muecas frente al espejo, me acomodé el piercing en la ceja, estaba medio colgado, opté por mejor hacer buches con aceite de coco mientras rodaba en la Vespa rumbo al recinto.
Tres patadas a la Vespa y en cuatro canciones de mi playlist que retumbaron todo el camino, ya estaba comprando la entrada en la taquilla, la cajera me parecía conocida, pero a la par no sabía si esta pregunta me la hacía siempre, independientemente del sexo del encargado. Mantuve los audífonos puestos, bien atorados en mi canal auditivo, quinta canción. Norteña. Hago air acordeón con brazo-mano izquierda, mientras con la diestra, 3 dedos detienen el arnés de mi casco y el índice con pulgar, sostienen el boleto en una perfecta “O” pinzante, para que corrobore el asiento y la hora que me tocó, ¡butaca numerada! Jalo una mueca de satisfacción por ese, a mi gusto, pequeño gran logro, para los clientes de la cineteca nacional.
Continúo leyendo, busco los detalles que esté correctos pues, no vaya ser cómo aquella ocasión que sin querer había comprado boletos y la peli era doblada, no sé si lo peor fue el error de la vendedora, o mío que con todo y todo me quedé a verla completa, mantengo el air acordeón y entonces ella se detiene frente de mí, comienza a imitar mi mímica obligándome a retirar los audífonos para reconocerla mejor, sé que probablemente el que retire ese par de chíncharos de mi canal auditivo, no cambie las cosas, pero es un asunto de hombres, de la misma manera que al conducir en coche, cuando nos perdemos, optamos por bajarle el volumen al estéreo, como si fuésemos a buscar la calle con el sentido del oído, pero también es cierto, que no nos quitamos las orejas para ver, ni los ojos para escuchar, por lo que vemos con toda nuestra humanidad y escuchamos sin salirnos de la misma, pero bueno ¿quién se mofaba de mí?…
-¿Eres, mmm…?
-Isabel, tu amiga de Twitter, me sigues y te sigo, ¿no me parezco a mi foto?
-Sí, jajaja tal cual, disculpa, me sacaste de onda solamente.
Me limité a sonreír y le aventé un par de nos, a sendas preguntas sobre mi pasado de co-conductor, para un programa de sexología en TV por cable, resultó que era de los pocos que me llegaron a ver. Ella era bajita, delgada, apostándole a lo frágil, muy pálida, con ojos enormes, mirada de voy-voy y cabello negro de peinado hitleriano. Jipstera en su vestir con sobresaltos de negro blanco y unas muy puteadas Martin’s de florcitas apenas distinguibles de tantas lavadas, quizá era obsesiva, muy limpias las botas y se comía las uñas. Le pregunté si estaba estudiando medicina, me aclaró que no, que estudiaba odontología, pero que había decidido tomarse este año para entrarle a un par de cursos en diseño e historia de la moda, que sabía que me vería desde que descubrió mi Vespa aparcada afuera, por el acceso del cine al aire libre, además decía que la moto era inolvidable e imperdible ya que yo la presumía constantemente en Twitter, Instagram y Facebook.
Aún no compraba su boleto, no sabía qué película ver y le dije que vería Whiplash, que parecía buena. Tomó la fila para comprar su entrada y yo la esperé a un costado de la taquilla observando la cartelera referente a la siguiente muestra de cine francés, escogió la misma peli, pero no así el asiento, con lo de la numeración tuvo que irse hasta otro párrafo de butacas, opuesto al mío.
Quedamos de vernos y compartir puntos de vista después de la exhibición, sería en el Educere, justo en los pasillos de afuera y a un lado de ese lugar de golosinas al que nunca entro por lo frío que lo mantienen. Pensé que tal vez hoy, hubiera querido que no fueran numeradas las butacas, pero eso sería contradictorio para el cosmos, además, en verdad quería disfrutar de la película y no sabía si Isabel era de las que solía platicar durante la función. Se apagaron las luces e inició la proyección.
Terminé tan clavado, adrenalizado, absorto y complacido que me olvidé completamente de Isabel, me mantuve en el asiento escuchando todo ese jazz mientras terminaban por aparecer los créditos finales, entonces, su figura se presentó justo a las dos de mi órbita, manos a las caderas, pose retadora y ahora con gafas enormes de sol puestas en la semioscuridad de la sala.
-No se va a poner mejor aunque te quedes hasta el final-final nene, no tiene tampoco un final alterno y el soundtrack lo podrás traer de playlist toda la semana.
Emití una insipiente carcajada, poniéndome de pie y colgándome la mariconera, tomé mi casco y le cuestioné si acaso no le había gustado, ella se limitaba a juguetear con una bocina muy parecida a una granada naranja que pendía de mi gaybag y ambos caminábamos a la salida, cantaba en bajito y a la par “despite all my rage, I’m still just a rat in a cage, despite all my rage, I’m still just a rat in a cage, despite all my rage, I’m still just a rat in a cage, despite all my rage, I’m still just a rat in a cage… ¡the world is a vampire!”
-No, no, no, no mi querido Charlydoc no me gustó, o sí, tal vez un poco, digamos qué… es una película motivacional. Buena. Y el día que requiera algo de porras, la compraré aquí afuerita para que me dé un chute, o quizá no, yo sí me regodeo en mis melancolías ¿a ti te gustó?
-Sí, a mí sí me gustó, a ver, te motivó Isabel… o sea, jugó con tus emociones y obtuvo eso, entonces es buena, si una peli te hace llorar, reír, carcajearte, meditar, pensar, entristecer, extrañar o te motiva, creo que cumple.
-Jamás dije que me motivara, sino que era una película motivacional pero no porque ésta tuviera mejor elenco y producción que otras, la hacía diferente en cuanto a lo que pretenden los directores de las mismas, aunque ésta-esta, lo buscó de una manera muy burda, amigo, me parece.
-No sé, no sé… verás, de entrada, si observara con esos tus ojos grandes y acidocríticos las últimas películas que he visto, tal vez no las habría disfrutado.
-¿Entonces vivamos en la ignorancia para disfrutar igual que los demás?, ¿Cuáles son las últimas 5 películas que ha visto Doctor?
-Jajajaja me sentí como Peña Nieto en la FIL de Guadalajara jajaja, pero bueno, ahí te van: -Birdman…
-¿También ves televisión y HOY por las mañanas nené?
-Nooo jajaja, no veo TV… mmm… Boyhood.
-Ah, te gustan los diálogos y sigues sin superar traumas de púber.
-The selfish giant.
-Ok, no la vi, pero recuerdo buenos reviews…
-Mmm… Gloria jejeje
-Jajajaja ¿y eso?, güataf… ternura ¿estás apenas iniciando en esto de ver cine? No solo ves tele, también lees Tv Notas.
A esa altura, ya estaba como cuatro matices por encima del rojo. Apenado. Y en mis sobacos reinaba la humedad de lo intimidado que me había puesto. Le aclaré que por cada una de ellas, tenía un enfoque, que yo consideraba sustancioso o que al menos justificaba por qué me habían gustado tanto.
-Es que lo entiendo de todas mi querido Doc, bueno, la del Selfish Giant no la he visto, pero ¿Gloria mi amor?
-Sí, Gloria tiene muchas cosas rescatables, júrolo.
-Lo que pasa es que te crees poeta Charlydoc y los que son como tú, quieren resanar realidades y hay veces que las chingaderas son solo eso. Solo dime tú justificante, tú razón de esa película en particular, no de las demás, que de ellas ya platicaremos y sé breve, que no se vale que le invirtamos a semejante personaje… es más, si me dices por qué te gustó Gloria y me convences de querer verla, aparte, ¿por qué Whiplash no es un burdo intento motivacional? Y… mmm… (Nos detuvimos frente a la librería) ¡te compro un libro!, y si no me convences, tú me compras uno a mí.
-Pero no habrá jueces, eso es trampa…
-Seré honesta, lo verás en mis ojos… ¡fuera gafas!
-Ok, ok, jeje iniciaré por Gloria.
-Sé breve Collado.
-Ja ja Mira, primero, en México no se estila el cine biográfico, ese es mi primero de dos puntos, tengo dos puntos eh y el primero es ese, me explico. Sí, recuerdo qué lo más parecido, son las películas de la misma cantante, por ahí las de grupos igual de plásticos, de Cri Cri en los 60’s y recientemente con patrocinio federal, de Miguel Hidalgo y de Morelos, con una narrativa muy tendenciosa para mantener esta mitología nacionalista en que estamos inmersos. Pienso que Gloria se sale del calzón, Gloria no está hecha ni producida por ella, le pega de manera más directa a Televisa y Tv Azteca, o sea, a Azcárraga y Salinas Pliego que la tan amada por la chairiza “La dictadura perfecta”, acá no tienen pelos en la lengua, dicen los nombres de los personajes y les dan en la yugular, pero lo rescatable y ahí te va mi segundo punto, y es que para el director, al menos desde lo que alcanzo a percibir, es que no hay un culpable, él no se va solo contra Andrade, contra Gloria o contra lo obvio, para él, los culpables somos todos: Gloria, Andrade, las televisoras, los padres de las morrillas, el sistema, pero también las mismísimas niñas y esto me parece una muy vanguardista mirada en la que todos somos responsables, Gloria cuestiona en la película ¿por qué no van a ser también culpables las niñas? Que me hizo recordar una aseveración de Rodrigo Fresan en “Jardines de Kensington acerca de “la mirada maliciosa de los niños” y todos somos responsables según el director, no recuerdo su nombre, no lo topo, pero era suizo, eso sí me checa.
Se me quedó viendo fijamente a los ojos, se mordió el labio superior, luego el de abajo, levantó la ceja y subibajó la cabeza en señal de aprobación, me recordó que no había sido tan breve, pero que vería la cinta. Nos sentamos en las bancas afuera de los sanitarios de mujeres y continué con Whiplash, no sin antes preguntarle si no había leído en mi blog mi crítica de otras cintas o mis tweets, hablando del director y actores de esta y lo que me esperaba, me dijo que no, que tenía un año o más sin estalquear mi cuenta, sin husmearla como acostumbraba en un inicio.
-En Güiplash, uf… me parece que el director Chazelle juega un poco con el espectador, nos hace la finta de que nos mostrará una típica película norteamericana, pero luego de esa amenaza, quiebra por la derecha, rompe por la izquierda, nos disloca la cadera y se va solo contra el portero para hacer un golazo al ángulo ¿por qué? sencillo, una típica peli gringa, habría tenido un bueno y un malo y acá lo que yo llamo fintas y dribles, es esa impresión que nos otorga, y lo hace hasta el final. En un mundo de hamburguesas veganas, de café descafeinado, de cerveza Light, de revolucionarios de IOS, de sexo acondonado, de bullyng satanizado, Chazelle nos dice ¡viva el Bullying! Señores, si también nos quitan el bullying y la verdadera libertad de cátedra, dejarán de existir los Andy Warhols, los Kurt Cobain, los Buddy Rich, los Bill Gates, las Nadias Comaneci ¡viva el bullying! No existen los buenos y malos ¡paren su mojigatería cristiana, católica!, si va a haber malos, que vivan los malos poetas. Tiene dos instantes la peli, en que pareciera que culminará en lo común, ahí, el punto de quiebre entre lo ordinario y lo extraordinario y nos da una clasesota de lo que es un mundo sin víctimas ni victimarios, sino alegres y a veces violentas simbiosis que nos proyectan lo verdaderamente humano, ya libre de juicios.
Ahora Isabel cambió dirección, penetró su mirada en el suelo, luego la levantó, me dijo que quería verla de nuevo, me tomó de la mano y me dijo, vamos por tu libro. Escogí “Axilas” de Rubem Fonseca, quería otro del mismo autor, pero no quise mancharme con el precio.
Salimos y nos instalamos en el Café de la Selva, pidió la clave del WiFi y a la par yo le retiraba la envoltura de plástico a mi premio, lo olí profundo y se confundió con un suspiro, mientras intentaba leer el prólogo, ella me lo arrebató suavemente y leyó lo suficientemente alto para que yo escuchara, la contratapa:
“Tomábamos café juntos todos los días. Y después nos íbamos a hacer el amor, en mi departamento o en el suyo. Después de hacer el amor con Lenore, miraba las marcas que mis dientes habían dejado en su carne. Podía ver con nitidez las señas de mis dientes y Lenore pedía un espejo para verlas también, y contemplábamos con cierto éxtasis aquella configuración de nuestro amor. A veces la mordía con tanta energía que le salía sangre, lo cual me molestaba, yo no era vampiro de cine, y evitaba que eso sucediera”.
Lo cerró y deslizó hacia mi puerto.
Me preguntó que canción escuchaba en el celular, en el momento en que me sorprendió en taquilla, le contesté que un popurrí norteño de Michael Salgado. Cántala, me pidió.
-Nunca le he cantado a nadie.
-¿A nadie, nada?, ¿ni en karaoke?
-Ja ja bueno, sí, la verdad sí, hace unos meses a una chica, le canté frente a su familia y con mariachis jajaja.
-¿Eres de los que llevan serenata y todo eso?
-No, era algo especial.
-¿Entonces no me cantarás hoy, ni porque yo te haya washawasheado balazos con alas de mariposa?
-Jajaja así es, cantas chido Isabel, tienes toda la actitud.
No le cantaría nada, platicamos un rato más y nos salimos del café, pasó al baño y yo también. Adentro me metí una llave de soda porque sentí que comenzaba dormirme y quería seguir despierto, tenía que manejar. Nos detuvimos unos tensos instantes frente a la proyección al aire libre y aunque hacíamos como que la veíamos, la verdad era que ambos pensábamos en el otro, en lo dicho, era tiempo de irnos.
-¿Me vas a llevar en tu Vespa?
-No traigo casco extra.
-Uy, pensé que me cederías el tuyo galán.
-Jajaja tienes razón, usa el mío ¿por dónde vives?
-No, olvídalo, creo en la espontaneidad de las cosas, a veces, hoy sí.
-Imagina que somos pareja, así son los malentendidos en pareja, se hacen en fa y se pueden resolver en fa.
-Tú y yo nunca podremos ser pareja maidir, y es una pena porque en este momento sé que te mueres por meterte en mis panties tanto como yo en tus pantalones, no entiendo porque te quieres ir según leí en tu blog, a conocer el país en tu Vespa en las siguientes semanas. No entiendo que buscarás afuera, que no encuentres dentro de ti, me gustas desde que te vi por primera vez en el estúpido programa ese de cable, me encantaba cuando escribías con las entrañas, como buen hater, luego te amansaste, no sé qué te pasó, pero no dejé de leerte, sí, nunca he dejado de leerte y sé que tienes mucho por compartir, quisiera platicarte del libro que actualmente estoy leyendo “El queso y los gusanos” de Carlo Ginzburg de cómo se ve el cosmos en los ojos de un molinero del siglo 16, es de un cuate como tú, que lo mandan a la hoguera por pensar diferente, habla de por qué la gente piensa como piensa, pero acá no hay hogueras Carlos, no entiendo de qué huyes o que buscas, aunque tampoco te lo he preguntado y veo en tus ojos que sigues enamorado de tu ex novia si es que aún es ex y sé que lo vas a negar, pero tampoco lo preguntaré porque tengo miedo a que digas que sí… ash y es tan cursi esto que estoy confesando, pero a ti no tengo ni miedo de confesarte mis placeres culposos literarios, sí, pienso en “Mal de amores” de Ángeles Mastreta, no puedo dejar de pensar por momentos que tú eres mi “Daniel” de esa novela, quiero que me cuentes que lees y que pasa por ese tu cerebro tan libre, tan complejo, pero ahora, tú y yo no podemos ser pareja, para empezar porque te vas y eso me jode.
Le insistí una vez pero no cayó, solo se quedó con los brazos cruzados detrás de su espalda y viendo hacia el suelo, le enredé mi bufanda porque la temperatura era otra ahora. Más fría.
Nuestras miradas se encontraron quizá resignadas y de nuestros alientos salía vapor, su piel era tan blanca, sus ojos tan grandes, su cabello tan negro, su cuerpo tan delgado, sus clavículas y parrilla costal tan marcadas, era tan articulada para hablar, sus manos estaban tan frías, tan finas, tan temblorosas, la cubría una especie de halo de inolvidabilidad y los dos suspirábamos a destiempo sin dejar de vernos, en el momento que sonó mi celular, apuntó con su dedo en dirección de donde sonaba invitándome a contestar. Al sacarlo, en la pantalla decía “crazy bitch”, sonrió y le dije que era una paciente que había sufrido un accidente, siguió sonriendo y contesté, era Claudia nuevamente y Claudia 2.0 sonaba en mi bocina, informándome que en Wikipedia había encontrado que mucha gente había muerto del latigazo y que eso era Whiplash, que si ella no corría riesgo. No quise perder el tiempo explicándole que cuando así sucedía, pasaba al momento la muerte por una sección medular a nivel de las vértebras del cuello, me limité a decirle que sí, pero que afortunadamente ella estaba fuera de peligro, que se lo garantizaba y que no dejara el collarín ni los analgésicos ni los antiinflamatorios.
Mientras conversaba con Claudia, Isabel se alejaba en reversa, con pequeños saltos y andares, sin dejar de verme, cada vez más rápido y volteando de paso en paso para asegurarse de no tropezar con nada, se comenzó a perder en las sombras más allá de los puestos de películas pirata, terminé la llamada, no sabía que pensar, ya no la veía ¿dejaba mi Vespa y me iba a buscarla? ¿Tendría razón de que no podíamos ser pareja?, ¿me interesaba al menos?
Así son los días del 2015, sabía que bien podía haberme quedado en mi puto apartamento, con mi jodida depresión, empacando para mi partida y poniendo mi Vespa a punto para el viaje que me esperaba por lugares desconocidos, pero donde, al igual que acá, la mayoría de la gente, se cree, cómo Claudia, la primer fuente en Google search o cómo Isabel que se enamora de alguien virtual, pero una parte muy grande en mis tripas, quería ir tras de ella. Le di dos patadas a la Vespa y encendió, me coloqué el casco sin estar seguro si iba a alcanzarla o me perdía igual.
Antes de meter primera, saqué mi teléfono para buscar una canción para el camino, o el teléfono de Isabel. La pantalla, parpadeó frente a mi mirada tres veces… y se apagó.
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FINCIPRIOS
«Solo es que naces y solo es que nos tocará morir, lo que le da un gran valor al espacio entre nacer y morir son la confianza y el amor».
-Louise Bourgeois-
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Yo había decidido durante toda mi vida de manera muy independiente, sin que nadie me soplara las respuestas al oído, eso lo tenía claro. Había aguantado los primeros 40 años sin probar ninguna sustancia a pesar de mil ofertas, eso basándome en un tratado de John C. Lilly sobre las plantas de poder y el Sistema Nervioso, lo recuerdo haber leído por episodios en cada visita a casa del Tío Sergio, el texto aseguraba que si esperabas a después de los 35, era imposible volverte adicto a algo, además despertó en mí el interés por la telepatía. Había optado por nutrirme de grandes, pero simples ideas de lo que yo y solo yo, consideraba bello, certero, auténtico y capaz de alimentar lo que llamaban alma, había experimentado en los últimos dos años una serie de decepciones en varios rubros, 3 asaltos, 3 rupturas amorosas, pérdida de 3 sociedades empresariales así como de la pasión para tratar a los pacientes y el contacto con mis hijos entre otras cosas. Me había metido toda la farmacia, zambullido en el mundo de las drogas sintéticas, conocía a los mejores dílers de Villa Coapa y la Peralvillo, ahora buscaba la soledad.
Y sí, le mentí, pero me levanté aquella mañana abrazado de ella como nunca antes la había sostenido entre mis brazos, le prometí que regresaría en 6 meses, me hizo que le asegurara que en 3, nos juramos esperarnos; lealtad, fidelidad y compromiso como cemento entre nuestros ladrillos, como valor intrínseco para mí regreso, le hice ver que metafóricamente necesitaba limpiar los viejos trastes o tirarlos para cocinar en sartenes nuevos; nuestro amor… ¿a dónde iba y que buscaba? yo mismo no lo sabía al 100. Le mentí porque le aseguré que ya no me había metido nada en meses, cuando aún cargaba medio giga de soda en la cartera, la verdad es que llevaba apenas 2 días, la cocaína y el sexo, al menos en mí no funcionaban, aquel que no haya mentido en aquello de que ya no se mete nada pero sí, es un Junky farsante y le quita la mitad de la emoción, pero fui honesto en la promesa de retorno, eso sí. Le mentí porque le dije que solo quería encontrarme, trabajar, cobrar y volver, cuando también consideraba acabar conmigo alejado de todos, eso sí, con una muy chula y bien redactada nota póstuma, le mentí porque le dije que regresaría en tres meses y aunque esa promesa de volver era cierta, era más cierto que quería ser rescatado, que la soñaba yendo a buscarme y ordenándome con su dulce y agudo tono: «ya Collado, cómo te encanta, con eso de que te crees poeta, te tiras para que te levanten, párale a su mamada, guardemos tus cosas y vámonos a casa».
Por lo pronto en Ciudad del Carmen, me ofrecían trabajo dando una capacitación para una nueva cámara hiperbárica, echarles a andar el negocio y regresar con suficiente dinero en 3 meses para re iniciar mi vida con mi mujer, el trabajo era hasta Mayo, de Mayo a Junio y si bien, faltaban dos meses, yo quería ese tiempo para en el mejor de los casos, ordenarme mentalmente.
Me invitó a desayunar a su casa como despedida, lloró un poco y me confesó que no pensó que fuera real hasta que la sorprendió la muchedumbre que entraba y salía del depa llevándose mis pertenencias, viendo como las regalaba o vendía; que imaginó que ella me convencería con sus cariños, sus besos de que no me fuera, que deseaba que se me descompusiera la Vespa esa puta y maldita Vespa, que ahora la odiaba pero a la par, quería quererla para que no me pasara nada.
Partí sintiéndome triste, pero esa ya reinaba en mí, seguro de regresar con un reseteo de mi vida y tenía la certeza de que ella sería mi compañera ideal, a pesar de los sollozos, las pecas en su pecho y hombros, brillaban más que nunca en aquella soleada mañana del último día de Febrero y serían la constelación que habría de guiarme en mi regreso. Estaba seguro.
Mi primer parada era Puebla y no conocía ni siquiera la salida, por lo que tuvieron que encaminarme, avance muchos kilómetros hasta encontrarme en lo más alto del camino, un letrero en la carretera que decía «no hay retorno», me paré y tomé una foto, sí, parecía una sentencia pero también una seductora invitación, de esas que me encantaba sorrajarme por la nariz con los popotes que forraban los punzocats de 24G, con billetes de 50 pesos, hasta los de 20 esos 2 eran los mejores para que no se desperdiciara nada, solo que ahora representada en líneas y líneas blancas al centro de la carretera federal que habría de inhalar montado en Destructella. Sabía que de volver, no sería el mismo.
Llegué a Puebla. Apenas y la pude conocer, constaté su belleza, pero era como el Distrito Federal, deberían enjuiciar a aquél que se le ocurrió la brillante idea de llamarnos a los regios «Chilangos light», seguramente ese aquél, sería de Saltillo o no había salido de su pueblo, menos habría conocido Puebla de Los Ángeles. Me la pase más de 3 horas tratando de coordinarme con Markolino, presidente del Club Vespa de Puebla, pero andaban con la planeación del encuentro nacional de Vespas en su Angelópolis, a mí lo que realmente me importaba era donde pasar la noche. Por fin me encontré ya entrada la tarde con Carlos Ortiz y Markolino, Marko me insistió en llevar a un hotel de 4 estrellas, afortunadamente Carlos Ortiz, conocía más de la mochileada y me encaminó a una casa en la que por módicos 80 pesos tuve cama enchinchada y regadera para partir al amanecer, no sin antes echar desayuno con pan de agua, tamales y café en casa de Carlos Ortiz.
-¿Qué buscas amigo, qué te hizo tomar ésta decisión, qué te hizo el DF?
Dos semanas antes, Alex Llerena, uno de mis mejores amigos, me había hecho la misma pregunta en una cena de despedida brindando en la sala de su casa, le contesté algo parecido a Carlos; que era necesario, que nada me haría cambiar de parecer, que no entendía bien qué buscaba y que el Distrito Federal lo había dado todo al igual que yo a él, que no nos debíamos nada, que si a acaso en el ámbito profesional, me habría gustado tener un consultorio en la Colonia Hipódromo de la Condesa, pues me maravillaba la posibilidad de en mis ratos libres, refugiarme en el Café El Péndulo, en el Bola de Oro o en el cine Tonalá, fuera de eso, solo agradecimientos.
También me cuestionó de qué viviría, le dije que de la venta de lo que tenía de pertenencias en el depa y la clínica, que el mayor porcentaje se lo había dado a mis hijos para cubrir más de un año de pensión y que llevaba algo de efectivo además de que hyperdodo, una estación de radio web con la que grababa un programa semanal de salud, me patrocinaría el celular y apoyo para la gasolina, con la condición de que me llamaran una vez a la semana, les reporteara dónde andaba y compartiera lo que aprendía de cada nuevo lugar.
Carlos fue la última cara familiar que vería por los siguientes 6 meses, me escoltó hasta la salida de Puebla a Xalapa, como mecánico, me recomendó no ir muy rápido, así como revisar constantemente los niveles de aceite, no le daba confianza un ruidito que había notado en el motor, quizá el pistón de Destructella ¿les conté que así bauticé a mi Vespa? El viaje, mi soledad buscada, apenas comenzaba.
Si me voy pál rancho, ahí estás,
Si me voy pá a la ciudad, también ahí me sigues soledaad,
Si me voy al distrito federal, también ahí me sigues soledad,
Deeéjame tranquilo soledaaaad…
-Juan Cirerol-
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ESMERALDA
Esmeralda nació en Catemaco, no conoce más allá de los Tuxtlas, y le cuentan los de la edad de sus padres, que cuando niña la llevaron con la familia a Veracruz capital y a Coatza. Esmeralda se reflejaba frente al espejo mientras remojaba las manos y cara después de una sesión de protección a un cliente y éste, o sea, el espejo y no el cliente, le recordaban a Esme, como le dicen sus amigos, de su pasado africano por las historias que le contó su abuela y lo orgullosa que se siente de ello al notar los rasgos. Esmeralda es mulata. Dice que es auditiva pues solo se queda con lo que le platican, leer le aburre.
Pocas cosas verdaderamente le encantan, algunas cómo que su madre le comparta a todos, lo único que sabe contar en sus cada vez más cortos periodos de aparente lucidez y con detalle, eso sí, del porqué de los ojos verdes, así como el matiz de piel más claro de su hija, de aquel año de milagros de 1995.
México había tenido una crisis más fuerte que las de costumbre y hasta se habían levantado en armas contra el gobierno unos indios en Chiapas, las familias más ricas de Catemaco se vieron obligadas a vender muchas de sus propiedades a precios muy por debajo de lo común, pero a ellos, a su familia, solo un evento malo, ya que casi todo se había dado, por ejemplo, se había logrado embarazar después de tantos intentos de Benito su esposo, teniendo ambos más de 50 años y como es bien sabido, a esa edad es casi imposible, de cómo habían podido comprar también la finca en que habitaban a la orilla del lago con las ventas escaladas de tegogolos, además, el gringo, ese jipy que había acampado afuera de su casa por tantos meses, a quién atribuía Benito la mala suerte en las ventas, quesque porque no se bañaba además de fumar mota todo el tiempo el pinche güero, más ya se había marchado.
Lástima que su padre falleciera poco antes de la partida del vago ese, ese había sido el lunar en 1995 para ellos, si Benito viviera, les habría cantado a todos que tenía razón, y así no lo habrían tirado a loco, cómo comúnmente lo hacían, pero él no estaba loco, por eso dios los había premiado con Esmeralda y esos ojos que no cambiaron su verde, no como a las pobres mamáces que en esas tierras, suelen decir que tienen los ojos claros todos sus hijos, sin excepción, pero se les quita antes del segundo mes, y entonces es que se les trata como a un bebé, qué bebé, cómo a niño cualquiera. Pero a Esmeralda no se le habían quitado, ahí estaba el milagro y la señal.
La mamá se atendía en el seguro popular, no entendían bien qué tenía, pero si no la contradecían en historias, la mantenían vigilada, con su Haldol por las mañanas y Valium 10 por las noches no tenían problemas de que se escapara, como aquella ocasión que la encontraron en San Andrés Tuxtla una semana después, mendigando y su retorno se dio, solo porque un vecino transportista la identificó.
Estaba cansada Esmeralda, desde la muerte de su Abuela, era todo sobre responsabilidad, era su cruz, porque era su deber ¿cómo un milagro iba a andar abandonando a su orgullosa creadora?, pero, ya no deseaba ayudar a su madre en todo, hasta para mudarse de ropa era necesario pues era común que se quedara en crisis de ausencias infinitas, viendo a la nada, a las estrellas o al techo si no la atendía y ayudaba, cómo tráiler en movimiento pero sin chofer, luego se le metían moscas en la boca, le sembraban huevecillos de infecciones hasta en la canaleta del ojo, ahí donde se mecen las lágrimas antes de emprender su rodar por las mejillas, comisuras y desnudez, para luego tocar el suelo; peor, se le hacían úlceras en las nalgas o en la espalda que luego era un pedo curarlas diario para que cerraran. Esmeralda ya no deseaba ayudar en nada.
Había corroborado que de partir ella, tendría que pasar a un sanatorio del DIF, donde la cuidarían mejor. No tenía más familia oficial por lo que la absorberían, no habría quien le reclame, el hijo de su padrino Simón, al que le habían enseñado a llamar primo, había acordado que de irse, él se encargaría de llevarla al DIF con todas las recetas, medicamento, ropa y de mantenerla al tanto por feis o whats. No le daba mucha confianza Antonio o <<Cachetes>> como le decían sus amigos, llevaba más de un año haciendo de todo para entrar con la maña, el <<aserejé>> decía para referirse al CDG o Cártel del Golfo, tenía pasión por las armas y presumir que trabajaba para la Agencia Federal de Investigaciones, la Policía Federal o las fuerzas rurales, todas sus fotos en Whats o de perfil en Face eran portando una escuadra o armas largas, se cortaba el cabello cada semana para mantener el look militar. Lo habían rechazado de todas las dependencias por el tamaño, apenas alcanzaba los 160 cm si se ponía muy derechito, le sacaba a probar drogas de cualquier tipo, y cuando debutó en probarlas, la única oportunidad que tuvo como vigilante en una sucursal de Boing, la refresquera, la había echado a perder pues en su primer noche de trabajo, le dio por probar un churro de mota pá festejar que San Juditas le hiciera el milgro del jale, no lo hizo solo, invitó a sus amigos ex compañeros de la secu rural, y lo peor no fueron los destrozos ocasionados en su <<viaje>>, ni el uso de unidades, equipo de video y audio de seguridad para hacer karaoke, tampoco el juzgado entendió que en esa primera ocasión de prueba, se sensibilizó tanto que le dio por regalar a la población una buena dotación de los jugos, lo peor había sido quemarse no solo como un débil para el manejo de sustancias, sino como graduado en algo que ya lee notaban desde pequeño, que el Cachetes era un pendejo consumado ante la población, y ese estigma le pesaba.
Ahora, el cliente, el cliente del trabajito, ese, ese era igual a todos, si acaso le recordaba algo, era que ahora ayudaba, ayudaba y asistía a su padrino Simón, un brujo local en distintas terapias, curas, amarres, sanaciones, males, encargos y demás. Ya no dejaba baro ese trabajo, su padrino Simón le daba poca comisión con el pretexto de enseñarle los secretos, pero a ella le molestaba ver que la mayoría de lo que hacía era charlatanería, si eran locales los conocía y le pasaba comisión a un empleado de Telmex porque le dejara escuchar las conversaciones unos días antes, por eso nunca daba citas al momento, todos debían ser con mínimo una semana de antelación, si bien ya había dejado de acosarla cómo hacia unos 3-4 años atrás, pero ahora ni eso la estimulaba a seguir, ella se sabía portadora de un Don, el Don de escuchar, podía además leer fácil las necesidades de las personas, así como de los animales y les daba consejos extra o tareas aparte, por debajito a los clientes de su padrino, más, en el último año, se había desgastado, sentía que sobre todo los nativos, la tomaban a loca por el antecedente de su madre, los foráneos si eran hombres se la querían tirar, y si eran mujeres la alejaban, si se había acostado con clientes, pero ella escogía con quienes cogía y generalmente se decantaba por los que tenían historias que contar y que además le gustaran, así que los astros de esa cuadratura, no era tan común que se alinearan. Pero ya le daban pereza, había perdido el ímpetu, además, le debía a Coppel una pequeña fortuna y a Doña Beatriz, que le fiaba zapatos de Price Shoes, así como lencería china por catálogo. Y hoy para acabarla, era 5 de Marzo, último día del brujo mayor, acabaría tarde. Pero había una esperanza, su primo la invitaba a que robaran a un turista, un amigo del Cachetes que era halcón del CDG, lo había topado en la gas, vio que traía merca, dinero y además de la moto que parecía entre bote pateado y clásica, dividirían ganancias por igual, ella ya no pagaría sus deudas si sacara unos 5 o 10 mil le alcanzaba para irse a Veracruz capital e iniciar de cero.
Se sentía acorralada por todos lados ¿a quién se le había ocurrido que ella era un milagro?, una calamidad es que se sentía ser y eso lo dedujo un día que escuchó la palabra de boca de un turista, le encantó la pinchísima palabreja, además sonaba bien vergas, a que calaba y ella sentía que a ella le calaba la vida, no podía más que a la par, calarle o incomodarle a los demás, cómo un zapato muy apretado o muy flojo, como el calor húmedo en las islas de los macacos, como sudor en las axilas en un vestido claro, como mal aliento, como el 95 para su padre.
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Me encantaba llamarle «alas” a los guarda fangos en conjunto con los posapies de la Vespa, recuerdo de morro, cómo era muy común que en mi desesperación con el mundo, frustrado pero arropado con la confianza de mi madre, exclamara cosas cómo que algún día sería presidente y haría una limpia nacional basada en que tanto le servías al nacionalismo del que era portador, generalmente en esos casos, mi madre me contestaba como tranquilizándose a sí misma, pero segura de su fe: “hijo, afortunadamente, dios no le da alas a los alacranes”, y no era que Doña Mary, mi señora jefa, no quisiera apoyarme o no me viera cualidades, sino que conociéndome mejor que nadie, veía el tirano en potencia que se iba formando, que ya se asomaba.
Tuvo que ser difícil lidiar conmigo. Siempre fui cómo un niño viejo y amargado, mientras mis demás primos y hermanos se la pasaban jugando con el Atari o con luchadores de plástico, en luchas ficticias contra personajes de las películas del Santo, a mí me divertían los informes presidenciales, los programas nocturnos culturales, el cartón de Calderón, los cuentos de la Abu Bertha, los historias y novelas narradas en vinilos que llevaba mi Tía Rosa María, además de a escodidillas, ver las películas Mauricio Garcés que solo pasaban después de la media noche en el canal 10, en una de esas fue qué hubo un parte aguas, para variarle un poco en la programación, no pusieron una de Garcés sino <<Amor libre>>, con Alma Muriel en una inolvidable escena en que lee en voz alta “Los amorosos” de Jaime Sabines, no podía creerlo, en una sola noche, de golpe y porrazo, ya quería leer a ese Sabines, quería leer poesía, veía un cine diferente con historias más elaboradas y que no buscaban forzosamente un final feliz, descubría mi gusto con ello por el cine de arte, y por último quizá más importante, me convertiría en adorador de Alma Muriel. Yo tenía ocho años y quizá Mauricio Garcés, Jaime Sabines, los cartones de Calderon y sobre todo Alma Muriel me salvaron, se encargaron de que no me transformara en lo que mi madre temía.
Y se equivocaría por doble partida Doña Mary, ni me haría un dictador y a veces, en algunas ocasiones, lo que ella llamaba dios, sí le daba alas a los alacranes y a mí, a Carlos, sí me había otorgado las alas de la Vespa y de murciélago, con el poder de la receta. Con la facilidad de la cédula profesional cómo médico. Todo se dio, cuándo tenía qué.
Apenas dos años atrás, a los 40, había decidido comenzar a experimentar con drogas o medicamentos como el Clonacepam, usarlo para bajarme un esprint de metanfeta, atascarme de la cocaína de los niños o Retalín, hidrocodona con melatonina y a dormir, hidrocodona y tramadol y a subir, subir ¿y si quería soda, LSD, cristal, tachas, éxtasis, cannabis, hachís, salvia, DMT, metanfetas o heroína? No tenía ni que invertir, pues una vez que mis dílers sabían que era médico, me convertía en su mejor amigo, así nunca jamás invertí tanto en drogas, la mayoría me las regalaban o intercambiaban por consultas o procedimientos, justificantes y demás cosas que solo la profesión puede y ellos dependen de.
En el camino y pidiendo alojo como buen mochilero, mi dotación de cannabis, hachís y fármacos me abrió mil puertas, como me pasaría en el Puerto de Veracruz donde, me dieron alojo los dueños de un restaurante de comida onda Chilis, ambos estaban en sus treintas, empresarios jóvenes que habían apostado todo a su negocio y mientras, rentaban un muy pequeño estudio, en el que me compartirían el sillón de la sala por una noche, su primer pregunta cuando desaté mis mochilas de la Vespa y las puse en su sala, fue… si traía mota. Los lobos, en la pradera se juntan.
Ya estando bien erizos, Elsi, Itu y un servidor, viendo en su mega pantalla, videos de psicodelia, rock progresivo, de King Crimson, Frusciante, Ondas alfa binaurales, Pink Floyd y The Doors en Youtube, dejamos de platicar cosas interesantes o perfectamente inteligibles y audibles para volvernos más sensitivos, yo me perdí en los detalles de los pliegues de mi mano derecha, que ante mi visión amansada y aumentada por la yerba, se veían como dunas con poros, podía distingir la inserción de mis folículos pilosos, el maridaje entre la cutícula y piel, pliegues no reconocidos e impurezas enormes en medio de esa fiesta de colores, dimensiones y sentires, fue entonces qué veía una vieja cicatriz y recordaba de cómo me la había hecho, que percibí la mano de Elsi cogiendo mi muñeca izquierda, al voltear, ya estaba sin ropa Itu su novio y ella solo con bra, ella lo masturbaba, tan rítmicamente, tan a la par de la música en la TV, él, con una mano, la derecha, le acariciaba el sexo, con la otra le rodeaba la cabeza y permitía que ella le chupara los dedos medio e índice, si bien, ella me haló la muñeca invitándome, él fue el que me pidió que me uniera de manera verbal, separando las piernas de Elsi al momento que los labios rojos de su panocha, parecían cobrar vida y mandarme un ven en forma de beso cálido, calmo, vaginal. Ella, ahora con la cabeza me ratificaba la invitación.
Yo voltee a ver nuevamente la pantalla, escogí un color, un prisma y decidí perderme haciéndome el dormido para no aceptar la invitación, yo no era un santo, Elsi era una mujer muy guapa, aunque Itu si me parecía poco higiénico y nada agradable, pero en mi viaje, lo tenía muy claro, no era para andarme acostando con nadie, además de que se lo había prometido a mi mujer, así que dormido me quedé y pude darme cuenta de cómo decidieron irse a su recámara al notar que el invitado dormía. Mi problema más grande esa noche, resultó ser, el ir a orinar, pues con las muchas cervezas previas me urgía no una, sino varias meadas, el baño estaba en su recámara, afuera escuchaba sus jadeos, pero yo estaba que me meaba, si les pedía pasar, corría el riesgo de ser violado o tener que despreciar nuevamente su invitación. En un solo espacio de unos 20 metros cuadrados, tenían la cocina, con la sala y comedor, con la luz de mi celular buscaba algún recipiente que no encontré, por lo que terminé orinando en una colección de tarros cerveceros de adorno a un lado del televisor. Me levanté antes que ellos, muy a tiempo para vaciar los tarros en el fregadero, aunque fuera sin enjuagar, trepé mis maletas en Destructella y justo cuando terminaba con la última, salió Itu para pedirme que me quedara una noche más, por el riesgo de “norte”, pero le dije que llevaba prisa, me pidió más mota y hachís, por lo que deshice la maleta más grande y lo dejé muy a la mano esta vez, en una bolsa externa de la misma, junto con otra parte del efectivo que llevaba.
<<No sigo ni doy consejos>>, ese era mi lema, pero algunos los seguí, como los de Muji, mi carnal, un gran amigo, de esos que se quitan la playera por uno, además de ser quizá, una biblia andante de la Vespa, un par de años antes, él había hecho un viaje similar, por eso conocía de las vicisitudes a venir, semanas antes de mi partida, se ofreció a echarle un ojo a la mecánica del motor de Destructella así cómo verificar lo eléctrico, cuando fui a recogerla 4 horas después, me esperaba una sorpresa, ya le había puesto amortiguadores nuevos, batería, balatas, chicotes nuevos, faro nuevo delantero y trasero así como sus respectivos focos, herramienta extra, llantas continental, limpieza y ajuste de motor, parrillas delantera y trasera porta equipaje, así como la tienda de campaña que usó por todo Colombia en su reciente carreterazo, además de contactos de amigos en diferentes estados en caso de emergencia y ahora, me aconsejaba llevar poco efectivo en la cartera, el resto escondido en la maleta o moto, no dar propinas, revisar el aire de las llantas a una presión específica, así cómo gastar poco en comida.
-No mames we, quedó bien matona, pero es un varote ¿Cuánto te debo bro?
-Nada Carlos, nada canijo, ¿te quieres ir a buscar quien sabe qué? Ahí está mi aporte, es un regalo, disfrútalo, diviértete y escribe de esto.
Después de haber pasado por Alvarado, Tlacotalpan y Santiago Tuxtla, donde las lluvias no me soltaron ni un instante, era una constante sopa rodante. Ahora iba rumbo a San Andrés Tuxtla, el agua no bajaba la guardia, pero si corría con suerte, llegaba antes del anochecer a Catemaco.
En San Andrés Tuxtla fue mi descontrol, ya se me había caído el escape 20 kilómetros antes de entrar a ésta localidad, lo percibí flojo desde Santiago, pero lo subestimé junto con las primeras fricciones con mi pareja por la distancia, por mis bromas con una co-conductora en el programa de radio, lo subestimé todo y me pasarían factura. Pero esto, lo del escape sería apenas un aviso.
Me paré en una gasolinera y mi descuido lo notó Víctor. El morro despacha en la bomba 2, ahí me adjunté a cargar, a la hora de pagar, opté por abrir el compartimiento de la mochila grande, no sentí su presencia, yo seguía con música en los audífonos, lo que alcanzó a ver fue un fajo de billetes, que aunque en su mayoría eran de baja denominación, los de portada eran de alta, además llevaba dos bolsas ziplock con cristal o metanfeta, otras con hachís, marihuana cuyo olor invadía, y tabletas de todo. A Victor le llamó la atención el cristal, o mejor dicho, lo identificó tanto así que al pagarle, sin dejar de verme con una especie de felicidad diabólica me dijo: <<Dicen, que a las muchachas que se llaman cristal, no les gusta comer>>, le dejé más de lo que acostumbro a dejar de propa al sentir su sarcasmo. También fue un error.
Legué apenas en la última noche del brujo mayor a Catemaco, en medio del gentío que acude a este pueblo de brujos, pasaron frente a mí, Victor y Cachetes al igual que muchas señales, tampoco los percibí. Pasé la noche en un hotel bastante malito, pero súper barato, con la ventaja de suficiente ventilación para aguantar el calor infestado de humedad y mosquitos.
Dormí mejor de lo esperado, me pareció buena idea haber pagado dos noches por adelantado, 60 pesos y café en la mañana eran bastante buenos, además el día anterior había llegado tarde y quería saber más del pueblo. El resto de la jornada, me la pasé caminando, entre a un café con una vista excepcional a la laguna, en balsa conocí la isla de los macacos para terminar en un bar de mala muerte frente al mercado del malecón. Y fue ahí, yo solo en la mesa echándome un victoria, un plato de tegogolos y cacahuates, tomaba en mi cuaderno algunos apuntes cuando en la mesa de enfrente se sentó una pareja, el ya parecía tomado, ella trataba de enseñarle cosas de su celular pero él le hacía poco caso, en eso sentí la mirada, sus ojos verdes me localizaron, sonreímos a la par, el bato se paró tambaleándose rumbo al baño y ella me hizo seña de que fuera a su mesa, le alcé el dedo gordo en señal de <<ando chido>> pero ella insistía, traté en vano de no mirar y cuando voltee me dijo <<es mi primo>>, no confié, comencé a hacer como que tomaba apuntes, si bien la chica estaba muy guapa, yo tenía claro que no quería problemas en el viaje. Una vez que regreso el supuesto primo, se desvaneció aparentemente dormido sobre la mesa. Ella se vino a la mía.
Que se llamaba Esmeralda, me preguntó de dónde venía y yo acepté su compañía, le compartí los motivos de mi viaje, de lo visto y por venir, pedimos un par de cervezas más, su curiosidad no cesaba, pero a pesar del coqueteo constante, así como del interés que me mostraba, no terminaba por darme confianza, hasta que me inquirió de mi profesión y yo muy serio le contesté que era mago buscando nuevos trucos y sentido a la vida, que por eso andaba viajando, contestó que ella también lo era, a lo que le repliqué:
-¿maga tú?, no, tu eres bruja.
-¿Cómo lo notó?
-Acá todos los son ¿no? y además, hay algo en ese verde que me lo
dice.
-¿Por qué dice que son verdes? Son negros, si los ve verdes es que…
-Que soy mago, me recuerdas a un poema de Clarice lispector, <<es
allí a donde voy, de silencio>> habla de esto precisamente.
-¿Está lindo? (Por primera vez noté un cambio en su mirada)
-Sí deja lo busco en mi celu.
Lo encontré en un par de dedazos, ya no volteaba a cuidar con la mirada al primo, yo le leí en voz baja, lo suficientemente baja para que solo ella me oyera, por lo que me acerqué lo más que pude:
<<Más allá de la oreja existe un sonido, la extremidad de la mirada un aspecto, las puntas de los dedos un objeto: es allí a donde voy. La punta del lápiz el trazo. Donde expira un pensamiento hay una idea, en el último suspiro de alegría otra alegría, en la punta de la espalda magia: es allí a donde voy. En la punta del pie el salto. Parece historia de alguien que fue y no volvió: es allí a donde voy. ¿O no voy? Voy, sí. Y vuelvo para ver cómo están las cosas. Si continúan mágicas. ¿Realidad? Te espero. Es allí a donde voy. En la punta de la palabra está la palaba. Quiero usar la palabra «tertulia», y no sé dónde ni cuándo. Al lado de la tertulia está la familia. Al lado de la familia estoy yo. Al lado de mí estoy yo. Es hacia mí a dónde voy. Y de mí salgo para ver. ¿Ver qué? Ver lo que existe. Después de muerta es hacia la realidad a donde voy. Mientras tanto, lo que hay es un sueño. Sueño fatídico. Pero después, después de todo es real. Y el alma libre busca un canto para acomodarse. Soy un yo que anuncia. No sé de qué estoy hablando. Estoy hablando de nada. Yo soy nada. Después de muerta me agrandaré y me esparciré, y alguien me dirá con amor mi nombre. Es hacia mi pobre nombre a donde voy. Y de allá vuelvo para llamar al nombre del ser amado y de los hijos. Ellos me responderán. Al fin tendré una respuesta. ¿Qué respuesta? La del amor. Amor: yo os amo tanto. Yo amo el amor. El amor es rojo. Los celos son verdes. Mis ojos son verdes tan oscuros que en las fotografías salen negros. Mi secreto es tener los ojos verdes y que nadie lo sepa. En la extremidad de mí estoy yo. Yo, implorante, yo, la que necesita, la que pide, la que llora, la que se lamenta. Pero la que canta. La que dice palabras. ¿Palabras al viento? Qué importa, los vientos las traen de nuevo y yo las poseo. Yo al lado del viento. La colina de los vientos aullantes me llama. Voy, bruja que soy. Y me transmuto. Oh, cachorro, ¿dónde está tu alma? ¿Está cerca de tu cuerpo? Yo estoy cerca de mi cuerpo. Y muero lentamente. ¿Qué estoy diciendo? Estoy diciendo amor. Y cerca del amor estamos nosotros.>>
Clarice Lispector
Ahora lloraba, lloraba Esmeralda y antes de que yo intentara secarle las lágrimas con una servilleta, detuvo mi mano y con la otra cogiendo la servilleta húmeda por el sudor de la cerveza, se secó sola.
Me dijo en el mismo tono bajo con que le hablé, que le pidiera que me escribiera algo en mi cuaderno, le desaté la liga a mi moleskin y sin saber, ni entender bien por qué lo hacía, le pedí que escribiera su impresión del poema, comenzó a escribir y me lo devolvió. Ahora fue mii cara la que cambió cuando leí:
<<No te asustes, corres peligro, mi primo se está haciendo el borracho, una hora después de que yo entre en su cuarto con usted, yo les mandaré mensajes y vendrán por su droga, por su dinero y su moto, lo quiero ayudar.>>
No sabía que pensar, pero el cambio de mirada me decía que confiara en ella, le escribí en el cuaderno y fingiendo una sonrisa por si alguien involucrado nos veía, que qué debía hacer.
-Lléveme abrazada a su cuarto, yo te cuido, confía.
Me paré y ella fue a moverle el hombro a su primo, esa era la señal, el siguió en su juego de aparentarse briago, en el camino le pregunté por qué lo hacía, me contestó que no sabía bien, pero que se lo había dicho lo que le había leído. Llegamos a la recámara y no perdió un solo segundo en su diálogo, me dijo que habían visto que traía cristal y otros dulces además de dinero, que querían quedarse con todo y entregarme a una célula del CDG pá lo que les sirviera, me pidió que la amarrara como pudiera, que le soltara un vergazo, que ella les diría que por accidente había dejado el celular solo y que yo vi los mensajes del plan y que huyera rápido por la carretera, pero que me escondiera como pudiera pues tenía de mínimo una hora antes de que sin mensaje de texto fueran a buscarla, que como yo le había gustado, había pedido de mínimo una hora. Rogó que la disculpara, que ella solo quería irse del pueblo, pero que así no, menos después de la señal que había recibido. Yo tenía todo listo para treparlo a la Vespa, tomé dos de mis amarras y la até las muñecas, luego con la de los tobillos, después de acostarla lentamente en el suelo, las engarcé con las de las muñecas, cuando acabé me insistió en que le soltara un vergazo. No le iba a pegar, cuando tenía la maleta grande al hombro, me detuve, la bajé en la cama y saqué el cristal, mota, hash, mdms y tachas que traía, me quedé con lo mínimo de dinero, lo fuerte eran las drogas duras, le dije que si las colocaban bien sacarían de mínimo unos 50 mil pesos, de efectivo eran unos 7, le metí 5 en el pantalón, para ello deslicé mi mano dentro de él y a la altura de la vulva es que los dejé, le dije que ojalá con eso pudiera negociar por mí, salí por la ventana al patio donde estaba el pequeño aparcadero, apenas y sujeté las maletas a Desructella, dejé la chamarra, ropa, toalla y converse así como productos de higiene y “La Tumba” de José Agustín que mientras rodaba imagine sería devorado por Esme. La poesía me había salvado de chico y me salvaba nuevamente por medio de Esmeralda.
Debo admitir que estaba poseído de adrenalina, pero sentía buenos vientos en mi espalda.
Me reconocía como el beneficiario de las prerrogativas de la oportunidad única, de la espléndida generosidad de la serendipia y chiripa como mis compañeras de peda. Sabía que debía de atesorar cada momento como la hermosa y poco probable coincidencia que representaban.
Y si bien, bastante consciente estaba de que no siempre me salvarían las señales y la poesía, de que no podría prever los quebrantos ni dolores o sin sabores por venir, no había retorno, no habría marcha atrás, tenía que seguir, quería seguir intentándolo montado en la Vespa, sin miedos y con apetito por soledad, enseñanzas y paisajes.
Apuntaba a la inolvidabilidad, a la libertad, esa a que te hace aspirar la Vespa, con el viento en la cara aún con la posibilidad de un final desastroso.
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