Generalmente, la forma en que la mayoría de los colegas médicos, de la corriente y especialidad que sean, se comportan durante el manejo de la enfermedad, es orientados en culpar a:
Los agentes infecciosos como: parásitos, bacterias, virus y hongos. A la carga genética (por herencia). Idiopático (por casualidad, perinolas de la vida). A los alimentos (cárnicos, grasos, conservadores, sintéticos, pesticidas, transgénicos). Medio ambiente (contaminación de aire, ríos, mares, alergias a pelos de animales o polvo, etcétera).
Y en ese proceso, en ese tipo de manejo y visión, el resultado termina por ser incompleto. Desafortunadamente, cuando tenemos un «culpable» nadie se da a la tarea de responsabilizarse.
¿Dónde está la responsabilidad del paciente? No estoy diciendo que es él culpable, ojo, es una responsabilidad compartida, ¿cómo estaban las emociones del enfermo antes de iniciar con el padecimiento?, ¿por qué atrajo eso a su experiencia de vida? Y me parece que aún mas importante ¿qué enseñanza obtiene a partir de que se conscientiza y sana?…
De tal forma qué, si no hay un aprendizaje, si no prevalece al final y ya en un momento de cura o sanación la lección aprendida, repetiremos los cuadros y desgraciadamente, cada vez más intensos, participarán en aumentar las posibilidades de una enfermedad más compleja, en envejecer más rápido y lo veremos normal porque «a todos les pasa».
¿Son realmente los virus, hongos, parásitos y bacterias unos villanos malvados al acecho de un descuido para hacernos daño?
No existe un solo ser biológico o vivo «malo» en este planeta, en éste universo. Cambiar la lógica, mover el enfoque y entender que ellos sólo buscan satisfacer sus necesidades al igual que nosotros, entender qué, fueron hasta cierto punto «amigos» en una sincronizada armonía con el ser humano, que por poner un ejemplo: encontraron la alteración en el PH de la garganta, adecuada para establecerse y colonizar ahí, mostrandonos de paso, que nos falta ser más asertivos, que callamos, no expresamos nuestras necesidades o que violentamos con palabras y es momento de realmente escucharnos. Así, en lugar de maldecirles, agradecemos a los bichos y nuestra garganta por ayudarnos a sanar en asuntos necesarios para nuestra mejor experiencia de vida y proceso evolutivo. Nos agradecemos a nosotros por leernos tan bien, por realmente conocernos cada vez mejor.
Acá, me parece que la vocación del médico debe llevarlo no solo a sacar el cultivo que identifique al bicho en cuestión, dando posteriormente la receta con el antibiótico necesario, sino, hablando con el paciente acerca de la relación de esa afección, con el qué, o ¿qué no está comunicando el enfermo al mundo?… sembrar u orientar la duda para que el paciente lo medite en casa y saque sus conclusiones, logrando con ello, no sólo disminuir las posibilidades de mas infecciones futuras, sino colaborando en un bienestar integral. Crecemos todos.
Y lo mismo con las cuestiones de las herencias de los padres en diferentes padecimientos ¿no quieren padecer lo que padecen sus padres? no hagan lo que hacían sus progenitores. Orientar al paciente a observar y conscientizarse de los patrones emocionales de sus padres (haciendo conciencia sin juzgarles), de los hábitos alimenticios heredados que no suman, de su relación no sólo con el mundo que les rodea, sino con los alimentos. Los padres son el mejor mapa que tenemos para ayudarnos en decisiones de lo que no queremos en nuestra experiencia de vida.
Si, el ser humano no es responsable de observarse y aceptar cómo él atrajo esa enfermedad a su experiencia de vida, no debe sorprendernos que de la misma forma, se comporte como lo hace con el mundo que le rodea y elabore alimentos que le hacen daño, contamine lo que respira y bebe, le provoquen alergia o rechazo el contacto con polvo o pelos de otros animales. En una espiral descendente de irresponsabilidad y violencia en la que encerrado sólo en un cuarto oscuro, aparentemente tirando golpes a ciegas al mundo con sus mismas acciones, pero pegándose solito en la cara.
El cambio tiene que darse, las nuevas y anteriores generaciones de pacientes lo necesitan. La práctica médica seguirá incompleta en su ejercicio mientras sigamos así, porque no basta con el diagnóstico preciso, expedir la receta con el medicamento adecuado.
Culpar a los microorganismos, a agentes externos, alimentos y demás sería como culpar a las cucharas por que existan más obesos. El responsabilizarse es completo, porque sino y con base en ello o formando parte de un «ciclo vicioso» sin un orden específico, tenemos humanos culpando a sus padres por sus traumas, a las farmaceuticas, a las compañias de alimentos, al sistema político, a sus gobernantes, al país en que les tocó nacer, a la pareja, a los socios o jefes, a todos, sin entender que al final él es el responsable y por más sencillo que parezca, el cambio inicia en uno.
Sin cambiar la dirección de la lámpara que enfoca, agradecemos a los avances científicos que nos ayudan a identificar a ese bicho/padecimiento que detectamos, pero sin perder de vista que además del parásito esa lámpara también apunta directamente al enfermo en cuestión.
CarLost